“Si una mariposa agita sus alas hoy sobre Tokio, un mes más tarde puede provocar un huracán en Brasil. El poder del efecto mariposa nos recuerda lo importantes que pueden llegar a ser los pensamientos y las acciones del momento, y se puede ilustrar gráficamente como un error localizado con consecuencias globales.”
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Por extrañas que puedan parecer las ideas de la teoría cuántica, explican las observaciones de los experimentos subatómicos con tal éxito que en ochenta años no se ha hallado otra mejor. Estos son los experimentos que preparan el camino para nuevas reflexiones sobre nuestro papel en la historia y el destino de la raza humana. En los artículos divulgativos podemos ver que es evidente que los investigadores han estudiado seriamente la posibilidad de observar el tiempo e influir en los resultados. ¿Qué podemos hacer con esa información? ¿Cómo afecta a nuestras vidas, día a día, un conocimiento de tal magnitud?
Para conseguir que esta información tan abstracta desempeñe un papel importante en nuestras vidas, como mínimo hemos de poseer un entendimiento conceptual de cómo trabajan los principios. Al aplicar nuestra nueva física al antiguo don de la profecía, contamos ahora con un vocabulario más amplio para describir las visiones de los antiguos videntes y el papel de sus visiones en nuestras vidas. Sin la ventaja de ese lenguaje y de esos modelos conceptuales, los antiguos profetas con frecuencia se quedaban, sólo con una vaga idea sobre el futuro, tan lejano a su tiempo que ni siquiera tenían las palabras para describir lo que habían visto.
Quizá nuestro concepto del tiempo como una ruta por la que se circula en dos direcciones podría servirnos para aplicar las ideas sobre las profecías previamente sugeridas. Un profeta que se hallara en medio de dicha ruta podría aplicar su don de profetizar proyectando sus sentidos hacia delante o en dirección contraria. En lugar de mirar al horizonte para ver hasta dónde puede llegar su visión del tiempo, las percepciones del profeta en realidad se desplazan por la ruta hasta adentrarse en otra experiencia del espacio E del tiempo.
Aunque el cuerpo de Nostradamus parezca estar en el presente, por ejemplo, sentado en una silla delante del hogar de sur, estudio en 1532, de hecho la conciencia del profeta ha navegada por la vía del tiempo hasta la realidad de un futuro distante. La clave para comprender la profecía es que el futuro que se observa es el resultado lógico de las circunstancias en el momento de las profecías. Si algo hubiera de cambiar entre el momento del presente y el tiempo del futuro, entonces los resultados de las profecías, habrán de reflejar ese cambio.
La física cuántica ha dado pie a un maravilloso vocabulario nuevo para poder describir justamente esas experiencias. Descripciones, que en un principio, pueden parecer que muy poco tienen que ver con la ciencia de la que se está hablando, poseen una forma muy elocuente de hacer comprensibles ideas complejas. El «efecto mariposa» es una de esas descripciones. El efecto mariposa, utilizado normalmente para describir la relación entre el momento del cambio y el posible resultado que se producirá a raíz de ese cambio en un tiempo posterior, se conoce formalmente como dependencia sensitiva en las condiciones iniciales. En resumen, este efecto confirma que pequeños cambios en las condiciones iniciales pueden conducir a grandes cambios en un resultado posterior.
Al igual que las ideas complejas eran descritas mediante historias sencillas en el pasado, en la actualidad utilizamos una parábola para ilustrar el efecto mariposa. La frase sugiere:
«Si una mariposa agita sus alas hoy sobre Tokio, un mes más tarde puede provocar un huracán en Brasil».’
El poder del efecto mariposa nos recuerda lo importantes que pueden llegar a ser los pensamientos y las acciones del momento, y se puede ilustrar gráficamente como un error localizado con consecuencias globales. ¿Es posible que un error aparentemente insignificante, como una mala maniobra del conductor de un dignatario extranjero, pueda provocar una guerra global?
Precisamente la historia fue testigo de dicho efecto en el primer cuarto del siglo XX. Era el año 1914 y el dignatario era el archiduque Francisco Fernando de Austria. Un documental sobre los desencadenantes de la Primera Guerra Mundial señalaba:
«Una equivocación del conductor del archiduque llevó al heredero al trono de Austria a encontrarse de frente con [su asesino] Gavrilo Princip».
¿Qué habría pasado si el conductor hubiera girado por otra calle o si ni siquiera hubiera conducido ese día? Aunque el asesinato del archiduque bien hubiera podido acontecer en otro punto de la línea del tiempo, probablemente no habría sucedido ese día y de ese modo. Quizá la misma equivocación cometida más tarde se habría producido en un mundo cuyo clima político hubiera permitido que todo quedara en un error.
Estas visiones nos pueden servir de recordatorio para no subestimar el poder del efecto mariposa por la delicadeza de su homónima. Al ver las profecías de hace miles -de años sobre nuestro futuro, el efecto mariposa puede explicar por qué algunas de ellas parecen haberse cumplido fielmente, mientras que otras parecen haber fallado por completo. Si tenemos en cuenta que cualquier cambio dentro de la generación en la que se ha hecho la profecía puede afectar al resultado de la misma, es sorprendente que las visiones sobre nuestro tiempo vistas hace miles de años guarden alguna semejanza con la visión original del profeta.
Si seguimos con nuestra analogía de la ruta, lo que los antiguos profetas puede que supieran, o quizá no, es que en una senda paralela al lado de la ruta del tiempo por la que circulaban, había otra que se movía al mismo tiempo y en la misma dirección. Cerca de esa ruta hay otra, y al lado otra. Cada una de ellas es invisible para las demás. Cada ruta está ocupada por una superposición, copias sutiles de los mismos lugares, acontecimientos y personas en las mismas ciudades, países y continentes. La diferencia entre las rutas es que la experiencia en cada una de ellas cambia ligeramente en relación a su vecina. Cuanto más se alejan las rutas de aquella donde se yergue el profeta, mayores son los cambios. En las que están más cerca, las diferencias pueden ser mínimas y apenas se distinguirán una de otra. Aquí lo importante es que, aunque sutil existe una diferencia.
Si nos remitimos a los profetas de los manuscritos del mar Muerto y del Código de la Biblia, recordaremos que para cambiar el resultado de cualquier profecía para el futuro, hemos de cambiar nuestras vidas en el presente. La física cuántica insinúa que la oportunidad de volver a definir los resultados puede que sólo llegue en intervalos específicos donde las rutas del tiempo se desvíen de sus destinos y se acerquen entre ellas. A veces las rutas van tan paralelas que se tocan. Estos puntos de contacto son los puntos de elección de los que hemos hablado antes.
En vista de las antiguas y las modernas profecías, este concepto de saltar de una ruta a otra en un punto clave de elección se convierte en una solución para el misterio de los milagros, de la sanación y de la compresión del tiempo. Además, esta antigua ciencia ahora bien fundada en la física moderna, ofrece una nueva esperanza ante la presencia de predicciones catastróficas para nuestra futuro. El resultado anteriormente descrito en el Código de la Biblia para el año 2012, por ejemplo, va acompañado de la pregunta: «¿Lo cambiaréis?».
En una matriz de posibilidades que empezó a desarrollarse hace más de tres mil años, la posibilidad de redireccionar un resultado potencialmente trágico fue reconocida incluso entonces. El «cámbialo» del Código de la Biblia, las trágicas lecturas de Nostradamus, Edgar Cayce y de los profetas anteriores a ellos, seguidas por escenarios aparentemente contrarios de paz y redención, son los marcadores de los puntos de elección a lo largo de la ruta del tiempo.
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