«Libera tu corazón, tu mente y tu cuerpo de todo aquello que no sirve, que lo perjudica y lo satura, de aquello que lo ensombrece, y no temas perdonar, porque dando es como recibimos y perdonando es como somos perdonados.»
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Hablemos del perdón, esa emoción que tanto asusta al ser humano que prefiere mantenerla alejada de él.
¿Qué es el perdón?
El perdón es la liberación absoluta de toda carga emocional, carga que aprisiona al ser humano y no le deja ver con claridad, que lo ciega y lo envuelve en una cortina de humo creyendo que en tras ella se mantiene protegido del dolor.
Pues, no. El perdón, no es eso. El perdón significa descargarse de toda energía que aplasta, no al prójimo al que se espera perdonar, más bien es a favor del que otorga el perdón.
Es uno mismo el que se beneficia porque el rencor, el odio y cualquier otra emoción destructiva, perjudica únicamente a quien la crea y la lleva en su interior y no a quien la recibe; al menos, no destruye de la misma manera.
Y, sin embargo, ¿es el ser humano absolutamente pulcro en su comportamiento y proceder? ¿Acaso no comete errores y se equivoca? Por qué entonces se siente con el poder de conceder el perdón a sus semejantes, si cada uno se equivoca, si cada uno se hiere premeditadamente.
Lo mejor sería que cada hombre y mujer de la Tierra pensara antes de actuar, antes de herir o juzgar, y así nunca tendría que pedir perdón.
Y es precisamente el perdón una cadena que ata a un vaivén de circunstancias repetidas en donde yo te hago y tú me haces y ambos nos hacemos y creemos que así estamos en paz.
No hermanos, así no funciona la Ley del Amor. Es cierto que debemos aprender y que el aprendizaje surge en la equivocación; es cierto que para conocer la luz también tenemos que conocer la oscuridad, pero no es cierto que tengamos que caer una y otra vez olvidándonos del aprendizaje o de la lección.
Así, cuando tengas que perdonar a alguien, no te lo pienses tanto, que no aflore tu malentendido orgullo, detente un instante y rememora si acaso tú no te has equivocado también, quizá de la misma forma, quizá de una forma más grave, quizá de una forma distinta, pero también te has equivocado; así que perdona y borra por completo esa historia, no la guardes en las profundidades de tu cerebro o de tu corazón, por si en algún momento tuvieras que sacar a relucir ese momento, porque, entonces, si así fuera, es que no has perdonado y seguirás atado al ciclo de situaciones y circunstancias repetitivas.
Perdonar no sólo es liberarte emocionalmente, también es descargarte de un aprendizaje pendiente, también es un paso hacia la evolución, también es ganar adeptos en este camino de regreso a casa.
Déjame decirte que eso también es la transmutación del karma. Por lo tanto, cada vez que invoques que tu karma sea transmutado, karma que ya ni siquiera recuerdas cómo ha sido generado, sumérgete introspectivamente en tu corazón y en tu mente, y puede ser que ahí te encuentres con perdones no otorgados o con situaciones muy bien escondidas que decidiste dejar ahí para no olvidar el agravio supuestamente perdonado.
Libera tu corazón, tu mente y tu cuerpo de todo aquello que no sirve, que lo perjudica y satura, de aquello que lo ensombrece, y no temas perdonar, porque dando es como recibimos y perdonando es como somos perdonados.
Haz tuyo este conocimiento, que es sólo para los ojos que ven y los oídos que escuchan, para la conciencia personal.
Y seguimos en el camino hacia la libertad…
Yo soy Saint-Germain
Publicado por: Geny Castell
Redactora de la familia de la hermandadblanca.org
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