«Ten en cuenta este Jardín del Edén, el paraíso en el que ya has vivido, y confía en que puedes traer esa energía al aquí y ahora. Tú puedes hacer maravillas y no necesitas saber cómo.»

EL JARDÍN DEL EDÉN – Jeshua a través de Pamela Kribbe

«Ten en cuenta aquel Jardín del Edén, el paraíso en el que ya has vivido, y confía en que puedes traer esa energía al aquí y ahora. Tú puedes hacer maravillas y no necesitas saber cómo.»

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Queridos amigos:

Los saludo a todos con el corazón de la Energía Crística. Estoy hablando de la energía del  Cristo moviéndose en ti y llevándote a otro tipo de realidad, a un campo colectivo de conciencia que difiere de la conciencia generalizada que se expande en la Tierra.

Tú eres diferente de la masa de la humanidad. Ustedes son los pioneros de una nueva era y buscan crear un camino a través de un nuevo territorio. La labor que realizas es importante y requiere mucho de ti. Tú creas pistas de energía que otros pueden seguir y que se encaminan hacia una nueva forma de conciencia.

Sabemos que ese es un camino solitario. Nos enfrentamos al temor de no saber cómo manejarnos bien. Además, como perteneces a una vanguardia, un grupo de pioneros, no puedes recurrir a algo que te resulte familiar. Todo se te muestra bajo unas nuevas formas y no puedes confiar en las viejas estructuras. Eres valiente, pero al mismo tiempo tienes dudas oscuras sobre este camino solitario hacia algo nuevo. Para aclararte de dónde vienes y cómo llegaste a este camino, te llevaré de regreso a un pasado lejano.

Quisiera llevarte de regreso al período del paraíso que la Biblia llama «El Jardín del Edén», donde vivieron los primeros humanos: Adán y Eva. Te pido que olvides todo lo que la tradición te ha contado sobre este momento y lugar. En aquel jardín había tanta vida que brotó y buscó nuevas formas. Se desarrollaron toda clase de formas en los reinos vegetal y animal, así como en los reinos rocosos y minerales; y tú estabas en aquel jardín. La Tierra era abundante y estaba repleta de vida y ustedes formaban parte de ella, no como seres humanos, sino como seres etéreos en forma de ángeles. Y aquello te inspiró a ser fructífero.

¿Cómo lo hiciste? Tú mismo te habías embarcado en una aventura. En tu esencia de ángel había un deseo de explorar, una curiosidad por viajar en lo nuevo. Entonces, en un punto de tu largo viaje, llegaste al planeta Tierra. Sentías que algo nuevo se estaba gestando en él, algo especial, rico… Como ángel, te sentiste atraído por la Tierra. Tuviste la sensación de ser feliz estando aquí y te hacía feliz explorar las muchas posibilidades que estaban disponibles para ti. Entonces, cuando te mudaste a la Tierra, te atrajo una piedra, una planta, un árbol, un pájaro… Imbuiste cuidadosamente tu conciencia de esas formas materiales y entrante y saliste.

Te habrías reído, pero todavía no tenías un cuerpo material para hacerlo. Eras como un niño: juguetón, lleno de confianza, lleno de amor… Te sentiste invitado a participar en un gran proceso creativo que estaba teniendo lugar en la Tierra y te convertiste en  co-creador de esta realidad. ¿Puedes sentir cuán grande fue aquel momento, cuán grande ha sido todo el tiempo que has estado involucrado con la Tierra y el proceso creativo? Enviaste tu energía a la Tierra, la energía de la luz que inspiró las formas materiales en la Tierra para luego verse convertida en toda clase de seres vivos. Esta evolución fue influenciada desde el exterior por los seres angelicales y etéreos que erais.

En un momento dado, decidiste experimentar aquellas criaturas hechas de materia desde adentro, así que tomaste la decisión de formar parte de la Tierra. En realidad, decidiste encarnarte en una forma densa, un cuerpo, y permanecer allí desde el nacimiento hasta la muerte. Aquel fue un gran paso en tu evolución. Has pasado mucho tiempo en ese proceso y ahora has olvidado muchos de los pasos que diste. Pero hubo un momento en el que deseaste experimentar lo que representaba vivir encarnado como un ser humano. Después de haber practicado con los cuerpos de otras formas de vida, aquel proceso culminó con la encarnación en un cuerpo humano.

Es importante que imagines y entiendas de qué manera el ángel que hay en ti es ligero y fluido, flexible y libre, y cómo no conoce la escasez. Un ángel vive en abundancia y tiene poca experiencia de resistencia. Él va a lugares y realidades donde se siente invitado. Sigue su corazón sin esfuerzo y sin dudar, y siempre descubre y experimenta cosas nuevas. Entonces, cuando ingresaste en un cuerpo humano, nuevas emociones de incomprensión e inexperiencia surgieron a raíz de la vida en aquella nueva forma material; y aquella experiencia también era nueva.

Con tu mente curiosa y abierta, lo tuviste todo en cuenta. Pero con el tiempo, y nuevamente estoy hablando de largos períodos de tiempo, has perdido algo de tu luz, por así decirlo. Parte de la libertad que habías conocido como ángel, fue velada por la vida en la materia. De repente, comenzaste a experimentar una realidad limitada por un cuerpo: con tus ojos, ves una cosa; con tu nariz, hueles otra; con tus manos, sientes esto o aquello. Todo esto se traduce en un sentido fragmentado de la realidad. La experiencia del mundo se percibía muy diferente a través de una conciencia terrestre, a través de una conciencia humana. La luz omnipresente ya no era fácilmente accesible y tangible para ti, sin embargo, siempre has recordado esa luz.

Todos ustedes han llegado al punto más profundo de su proceso de encarnación y ahora se hallan de camino a Casa. Ese punto más profundo es también el punto más oscuro. Llega un momento en que el alma se sumerge tanto en la materia, que ya no reconoce a su ángel original, ya no lo siente. Cree que la realidad física es cuanto existe y se dice: «Soy mi cuerpo, soy mi cerebro. Tanto mi pensamiento como mis acciones están guiadas por la materia, no por el espíritu.» Como resultado de ello, también puedes comenzar a sentirte impotente, triste y ansioso. Las cosas pueden volverse insignificantes porque ya no percibes la guía; ya no sientes que estás impregnado de esa luz interior que es tu Hogar, tu Origen y tu Fuente.

En el viaje de cada alma, llega un momento en el que cada una alcanza el punto más alejado del Yo de su ángel. Sienten por un momento lo que conocen de su propia experiencia y se dicen: «Toqué el punto más alejado. He llegado a conocer la oscuridad más profunda, y eso es parte de mi viaje, mi exploración, mi aventura. No es ni bueno ni malo; es como es. Y ahora estoy regresando a Casa.»

Sin embargo, en el proceso de desencarnar, cuando abandonas las partes más densas de la materia, te resulta difícil liberarte de la oscuridad y de los miedos que habitan en ti mismo, que nacen porque te sentiste rechazado por tu luz interior, por quien eres esencialmente. Te animo a que examines esos miedos en profundidad. Ahora es tiempo de salir de esos miedos, es tiempo de desprenderte de ellos. Es cierto, te sirvieron a su manera y aprendiste mucho de ellos, pero ya está.

La Conciencia Crística no es otra que la de haber probado y experimentado todas las facetas de haber estado en la materia. De esa experiencia, surge una comprensión y compasión por todo lo que es, respira y siente. El conocimiento del interior de todas las facetas de la vida es una riqueza interior. Tú hiciste todo eso, aunque todavía estás trabajando en ello.

Este es un momento de cambio y transición, y tú estás entre los primeros en luchar por ello. Y lo haces precisamente en el lugar de trabajo, allí donde estás en contacto con la sociedad y con todas las ideas colectivas y patrones de pensamiento que existen allí donde te encuentras. Por un lado, porque quieres emprender un camino diferente y, por otro, porque es ahí donde se activan esos viejos miedos.

Tu pasado te ha enseñado mucho acerca de lo que es «bueno» y lo que es «malo», lo que puede y no puede ser. Sin embargo, lo único que es realmente bueno para ti, es la voz interior de ser auténtico. Ser auténtico es escucharse a uno mismo y no distraerse con la información que proviene del exterior, diciéndonos qué tenemos que hacer y qué no. El «secreto» que te atañe a ti es que tus pensamientos y miedos también son información del exterior y no provienen de tu núcleo más profundo, de tu conocimiento interno. Esa es información externa.

Tan pronto como comienzas a saber que tú no eres tus miedos, que tú no eres tus juicios internos, entonces tu conciencia comienza a cambiar. Entonces te centras en el asiento de tu corazón, en el corazón de tu ser. El sol que eres siempre ha estado ahí, pero ahora estás encarnado en la materia desde la que quieres irradiar hacia afuera. Una vez más deseas inspirar a la Tierra con tu luz, pero ahora en un sentido real y tangible de la palabra: siendo materia en un cuerpo. No como un ángel, sino como un ser humano, como un ángel encarnado.

Esa es la luz que viniste a traer aquí. Esa es la impronta de ser un Trabajador de la Luz. Que encuentres tu origen en medio de una realidad terrenal que está involucrada en una lucha donde hay muchos miedos, bloqueos y juicios. Cuando te identificas con ese ángel que hay en ti, entonces te vuelves libre. Y con esa finalidad, me gustaría sugerirte otros enfoques.

En la Tierra, has sido entrenado para pensar y hacer, hasta el extremo. Desde temprana edad, tu educación se ha centrado en lo externo: «¿Qué puedes hacer? ¿Qué puedes producir? ¿Hasta qué punto puedes mencionar las cosas, conceptualizarlas, clasificarlas y etiquetarlas?» Todo eso son construcciones externas. El pensamiento y la acción son esencialmente herramientas terrenales para aportar una expresión externa a la energía de tu alma. Esos instrumentos deben servir a la energía de tu alma, pero lo que sucede a menudo es que la energía de tu alma es velada e incluso suprimida por esos instrumentos. Si el pensamiento se considera importante en sí mismo, sin que se alimente del corazón, de la intuición, entonces comienza a vivir su propia vida. Se vuelve caótico y entra en pánico, porque el pensamiento por sí solo no tiene unidad. Muchos procesos de pensamiento pueden atravesarlo al mismo tiempo, puede recibir información de múltiples fuentes, lo que resulta en energía fragmentada.

Lo único que verdaderamente puede unir es el corazón. Los pensamientos son útiles y funcionales porque ayudan a exteriorizar la energía de tu alma. Lo mismo ocurre con las acciones, pero en la sociedad hay una especie de obsesión por hacer cosas. Siempre estás haciendo algo. Crees que la acción puede lograr muchas cosas y te decepcionas cuando resulta que te lleva a un callejón sin salida. Lo que quiero decir con eso es que a menudo se te enseña a actuar demasiado rápido y a no seguir el ritmo de tu alma: ese conocimiento interno de que algunas cosas se mueven más lentamente y requieren más tiempo para desarrollarse que simplemente pensar y actuar. Las demandas externas requieren que hagas algo rápidamente, para lograr algo ya.

Existen todos estos requisitos y reglas que «deben cumplirse», pero todos son mecanismos de control que tratan de tomar las riendas de la vida. La vida ya no está inspirada por la energía fluida y ágil del ángel de tu Ser Superior. De esa manera, el ángel está empantanado en el proceso de pensamiento y acción. Lo sientes así cuando te frustras, cuando las cosas no funcionan. Se vuelve aún más difícil cuando hay información externa que te dice que tienes que trabajar más duro para hacerlo lo mejor posible. O bien, debes establecer nuevas reglas, tales como: «Sea más disciplinado». Así es como funcionan las soluciones principales, pero esa no es la solución real. La verdadera solución no radica en las estructuras, la planificación y el pensamiento. Esa solución, esa respuesta, está adentro, en la fuente de tu Ser. De ahí es de donde sale todo.

Haz amigos pensando y haciendo, pero no les permitas dictar todo. Encuentra momentos en los que vivas tranquilo, donde dejes que los pensamientos y las acciones se acallen. Procura no obsesionarte con los resultados y sigue a tu corazón. Si él te dice que es hora de hacer algo, hazlo. Si él te dice que no hagas tal o cual cosa, escucha esa voz. Esta forma de reaccionar es la que se observa en los niños. Ellos siguen el flujo natural mucho más fácilmente que los adultos. Y por eso, como padre o maestro, crees que los niños a veces pueden ser tercos y aburridos. Pero ellos siguen su flujo natural, su ritmo natural. Un niño aprende a su tiempo y a su propio ritmo. Él crea cosas desde su propio Ser.

Ese también fue el caso del ángel que originalmente estaba en el Jardín del Edén en aquel tiempo antiguo. Eras tan juguetón y libre como un niño, y creaste maravillas. Eras mágico. Y si le hubieras preguntado a ese ángel: «¿Cómo estás haciendo esto? ¿Cómo sabes lo que tienes hacer?» El ángel te habría dicho: «No estoy haciendo nada, estoy jugando, nada más. Hago lo que se me viene, lo que me inspira.» Y sin embargo, gracias a tanta sabiduría y amor internos, el ángel conocía su camino. Todo eso también está presente en ti ahora. El único propósito de los ejercicios que hacemos aquí es para que despierte. Tú eres ese ángel, dale rienda suelta a ese ángel. Halla momentos en los que puedas sentir esa alegría, esa dicha. Cuando lo hagas, tu energía comenzará a fluir nuevamente.

Cuando estás atrapado en «cosas» y te sientes frustrado, ansioso o desanimado, estás atrapado en «pensar» y «hacer»; un «hacer» que se ha estancado. Cuando tus pensamientos siguen un patrón al estilo de «Tengo que hacerlo, pero no consigo que funcione», estás en el modo «hacerlo». Tendrías que deshacerse de esas dos energías, el pensamiento y la acción, así como de la restricción inherente a ellos, para liberarte de ellos y encontrar a ese niño en ti mismo, el ser ángel. El niño y el ángel están unidos.

Ahora te pido que sientas eso mientras estamos sentados aquí, que cada persona se sienta ella misma, al margen de su propia ristra de problemas y dudas. Mi energía está aquí con todos ustedes. Quiero pedirte que cuentes con esa conciencia angelical que hay en ti. Ella te llevará adonde puedas encontrar tu propia libertad y tus propios sentimientos: «Estoy aquí por mi propia voluntad. Soy un maestro en lo más profundo de mi ser. Yo creo esta aventura para mí y obtengo de ella todo lo que necesito. Estoy completo». Di «Sí» a esa conciencia y mira tus miedos y dudas desde ese lugar interior que hay dentro de ti.

Ten en cuenta aquel Jardín del Edén, el paraíso en el que ya has vivido, y confía en que puedes traer esa energía al aquí y ahora. Puedes hacer maravillas y no necesitas saber cómo. Simplemente ábrete a esa conciencia interna que has llevado contigo por siempre y permite que todo suceda de manera espontánea y natural.

Muchas gracias.

JESHUA

 

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2 comentarios sobre “EL JARDÍN DEL EDÉN – Jeshua a través de Pamela Kribbe

  1. Que hermosura, es profundo y simple, sencillas palabras para volver y entender y calmarnos y seguir felices por estar. Gracias.

  2. Me maravilla y me llena,a veces cuesta un poco comprender algunas cosas,pero siento en mi corazon que es asi……muchisimas hracias,me siento profundamente agradecida🙏💓

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