«La reacción ante una pérdida trágica es siempre resistirse o ceder.»
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La reacción ante una pérdida trágica es siempre resistirse o ceder.
Algunas personas se vuelven amargadas y profundamente resentidas; otras se vuelven compasivas, sabias y amorosas.
Ceder implica aceptar internamente lo que es, es abrirse a la vida.
La resistencia es una contracción interior, un endurecimiento del cascarón del ego; es cerrarse.
Toda acción emprendida desde el estado de resistencia interior (al cual podríamos llamar negatividad) generará más resistencia externa y el Universo no brindará su apoyo; la vida no ayudará.
El Sol no puede penetrar cuando los postigos están cerrados.
Cuando cedemos y nos entregamos, se abre una nueva dimensión de la conciencia.
Si la acción es posible o necesaria, la acción estará en armonía con el Todo y recibirá el apoyo de la Inteligencia Creadora, la Conciencia Incondicionada, con la cual nos volvemos uno cuando estamos en un estado de apertura interior.
Entonces, las circunstancias y las personas ayudan y colaboran; se producen las coincidencias.
Si la acción no es posible, descansamos en la paz y la quietud interior en actitud de entrega; descansamos en Yo Soy.
No todas las personas que experimentan una gran pérdida tienen un despertar, este deslindarse de la forma. Algunas crean inmediatamente una imagen mental fuerte o una forma de pensamiento en la cual se proyectan como víctimas, ya sea de las circunstancias, de otras personas, de la injusticia del destino, o de Dios.
Esa forma de pensamiento, junto con las emociones que genera como la ira, el resentimiento, el victimismo, etc., es objeto de una fuerte identificación y toma inmediatamente el lugar de las demás identificaciones destruidas a raíz de la pérdida.
En otras palabras, el ego busca rápidamente otra forma.
El hecho de que esa nueva forma sea profundamente infeliz no le preocupa demasiado al ego siempre y cuando le sirva de identidad, ya sea buena o mala. En efecto, este nuevo ego será más contraído, más rígido e impenetrable que el anterior.”
ECKHART TOLLE
De su libro «Una Nueva Tierra»
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