Cuando yo sonrío, Tú sonríes a través de mí,

Cuando yo lloro, Tú lloras dentro de mí,

Cuando yo me despierto, Tú me saludas,

Cuando yo camino, Tú estás a mi lado.

Eres Tú quien sonríe y llora,

quien despierta y camina.

Idéntico a mí eres Tú,

pero cuando yo sueño, Tú estás despierto;

cuando yo tropiezo, Tú caminas con paso firme;

y cuando yo muero, Tú eres mi vida.

El romance más sublime es el del alma con el Infinito. No tienes idea de lo hermosa que puede ser la vida. Cuando súbitamente descubras a Dios en todas partes, cuando Él venga a ti, hable contigo y te guíe, habrá comenzado el Romance del Amor Divino.

Dios no nos obligará a desearle a Él sobre todas las cosas, porque Él quiere que le brindemos nuestro amor de manera voluntaria, sin que Él nos lo -sugiera-. He aquí el secreto principal de este drama universal. Aquel que nos creó anhela nuestro amor; y desea que se lo ofrezcamos espontáneamente, sin tener Él que pedírnoslo. Nuestro amor es lo único que Dios no posee, a menos que decidamos entregárselo. Así pues, como vemos, incluso el Señor carece de algo que anhela: nuestro amor. Y jamás seremos felices mientras no se lo brindemos.

El Amor de Dios es la única Realidad. Deberíamos percibir ese Divino Amor: ¡tan inmenso, tan gozoso, que ni tan siquiera podría comenzarse a describir cuán grandioso es!

Las personas que se hallan inmersas en el mundo piensan: «Yo hago esto, yo disfruto de aquello», pero todo cuanto hacen y disfrutan llega inevitablemente a su fin. En cambio, el Amor y Gozo Divino que yo siento es ilimitado. Una vez que lo hemos experimentado, jamás podemos olvidarlo; es tan excelso que nunca podríamos desear que otra cosa ocupara su lugar. Lo que todos realmente anhelamos es el Amor de Dios, y llegarás a sentirlo cuando tu relación con Él sea más profunda.

Si en la oscuridad la mente jamás vacila, si el amor y el anhelo nunca desfallecen, ahí tendrás la prueba de que en verdad percibes el Amor de Dios.

PARAMAHANSA YOGANANDA

Self-Realization Fellowship

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