«¿Por qué razón el título de esta reflexión se pregunta si somos comida? Porque ciertamente, la respuesta es que sí.»

LA VOZ DE LOS MAESTROS: ¿SOMOS COMIDA? – Helena e Isabel Vilà

«¿Por qué razón el título de esta reflexión se pregunta si somos comida? Porque ciertamente, la respuesta es que sí.»

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Este título nos lleva a una reflexión  extremada, pero en verdad, cierta.

Todo lo que nos rodea, incluso nosotros mismos, es energía que puede tener diferentes formas, frecuencias, sonidos, colores, pero, al fin y al cabo, energía pura y dura.

La energía  es vida, la energía puede producir calma, sosiego, paz, pero también puede acompañarte en las emociones que tú creas a tu alrededor y en tu interior; en tal caso esa energía transformadora, ya que esa es su naturaleza, se transforma en pena, desasosiego, angustia, y eso te lleva a esos estados de desesperanza, miedo  inmovilidad…

La energía es maleable, puedes utilizarla conscientemente para el bien o puedes ensombrecerla y corromperla.

La energía será todo lo buena o contraproducente según el uso que hagamos de ella. Ella está a nuestro servicio a través de nuestra actitud, en la experiencia que sea.

Se dice: «¡Esa persona me da mal rollo!» ¿Qué significa eso? Pues que esa persona no usa bien la energía que tiene a su disposición, la corrompe, la intoxica con actitudes bañadas en emociones tóxicas, egoístas o malévolas.

En cambio, otras personas usan bien ese caudal energético que tenemos todos, y su presencia nos invita a la calma, al sosiego, y nos resulta agradable tenerlas cerca.

Hasta aquí es lo que nosotros podemos hacer con la energía que nos envuelve.

Sin embargo, ahí no acaba la cosa, porque esa energía que está a nuestro abasto, también puede ser utilizada por otros seres con intereses malsanos.

¿Por qué razón el título de esta reflexión se pregunta si somos comida? Porque en verdad, la respuesta es que SÍ. Sí, si así lo permitimos, por eso tenemos que estar muy al tanto de cómo manejamos  nuestras actitudes, ya que están bañadas de esa energía que puede ser tanto buena como nefasta.

En estas frecuencias de 3ª dimensión dónde nos movemos, tenemos la posibilidad de decidir qué calidad de energía vamos a otorgarles a nuestras actitudes.

Vivimos en un mundo frenético, caótico, incoherente, grotesco y, muchas veces todo eso nos impele a sucumbir a esas energías que lo mueven, si bien es cierto que lo que lo sustenta y lo alimenta son nuestras actitudes impregnadas de esa energía miedosa cuando, por ejemplo, nos dejamos engañar por ciertas noticias o esas leyes incoherentes y deleznables.

¿Somos comida? Pues sí, así es, somos ese alimento que, con nuestra actitud inconscientemente crédula y miedosa, creamos en nosotros mismos: un campo energético electromagnético del cual se alimentan esos depredadores de energía tóxica que nosotros les proporcionamos jugando a su juego con nuestra pleitesía y a la vez desespero, porque esos depredadores de energía provocan con sus actitudes que nuestra energía se empape de desasosiego, miedo, rabia, impotencia, para que ellos se den el gran banquete.

A veces nos preguntamos cómo es posible que hagan esto o lo otro, que mientan, que no atiendan a lo evidente, etc. Y la respuesta es tan clara como su incoherencia, porque todo eso que ellos hacen y crean en nosotros porque así lo permitimos a raíz de nuestras actitudes temerosas y desesperadas, nos envuelve en la energía tóxica que ellos necesitan que exhalemos para alimentarse.

A más barbaridades por su parte, más energía tóxica por la nuestra y, por lo tanto, mayor banquete.

Por eso es tan importante entender cómo funciona la energía que expandimos y a quienes beneficia. Si es inconsciente, dormida, saboteada, alimentará a esos depredadores energéticos y los hará cada vez más gordos y fuertes. En cambio, si fuéramos conscientes de que no somos plato de nadie y menos de esos  depredadores, empezaríamos a ser más conscientes de la importancia del uso que hacemos de nuestra energía. Que sea para nuestro provecho, para incentivar en nosotros el amor, la paz, la conciliación,  la comprensión, la paciencia, la libertad, para así ser nosotros los que nos alimentemos de nuestra propia energía. Ya que, en el caso contrario, lo que haremos será propiciar más de ese caos que ellos provocan para seguir sentándose a la mesa a engordar gracias a esos manjares tóxicos con los que nosotros en nuestra inconsciencia los proveemos.

Procuremos entender que, cuanto más elevadas y sanas sean nuestras actitudes, nuestra energía sólo podrá ser usada en nuestro beneficio, provocando en aquellos depredadores una dieta tan estricta que acabarán debilitándose hasta caer famélicos.

Nosotros somos el autoalimento que nos hace fuertes, no ese plato que engorda a depredadores abusivos ególatras e insaciables.

Aunque eso sí, sólo cada uno de nosotros particularmente puede decidir con su actitud consciente de energía pura que no es plato de nadie.

 

Helena e Isabel Vilà

 
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