«Voy a compartir sobre la historia y la personalidad de Judas para que puedas comenzar a apreciarlo por cumplir su temida tarea.»
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Judas había pasado la mayor parte de su juventud en Qumrán con Juan, hijo de Zacarías. Su padre, que era viudo, era un hombre muy versado en la Ley y educó a sus hijos con una voluntad estoica. El anciano Iscariote también era lo que tú describirías como un sionista militante. Como uno de los líderes de los zelotes de Qumrán, cada célula de su ser clamaba por un Mesías político que eliminara a los malditos enemigos de Israel y restaurara las tribus hebreas y el Templo de Salomón a su plena gloria.
Judas, al igual que su padre, también tenía una mente brillante y un gran deseo de ganarse el respeto y el amor de su padre. Como su padre, él también deseaba la liberación de la Tierra Santa. Se dedicó a sus estudios con un rigor determinado, y destacó en el estudio de la Ley de Moisés. Era un estudioso de historia de la oratoria y el debate, un escriba, y un contable de confianza en Qumrán y en los almacenes del monte Sinaí. Judas era el tesorero de Yeshua, y llevaba cuenta de los fondos que se utilizaban para la compra de alimentos y otros gastos de viaje. Después de la traumática pérdida de su querido héroe, Juan el Bautista, quien fue asesinado por Herodes después de haber humillado públicamente al déspota por su comportamiento lascivo e inmoral, Judas se convirtió en uno de los mensajeros a la vanguardia de Yeshua, a quien defendía aún a riesgo de su propia vida. Disfrutaba enormemente de ser uno de los precursores de Yeshua, preparando a las aldeas del camino para la llegada de su nuevo paladín mesiánico.
Pocos conocían la naturaleza interior de Judas, sus inquietudes, su necesidad de reconocimiento (en especial de su padre) y su sensibilidad por las cosas bellas. Pocos leyeron o escucharon sus salmos, poemas y discursos elocuentes. Había alguien, sin embargo, que había ganado su confianza durante su juventud y temprana adultez. En los años en que María Magdalena visitó Qumrán, se convirtieron en amigos para siempre. Judas veía a María como a una hermana mayor en quien encontraba un santuario de paz. En su presencia, su yo interior sensible y emocional podía calmarse y ser apreciado. Encontraron el uno en el otro a alguien que podía entender su propensión a sentir emociones profundamente. Años más tarde, después de que Judas se suicidara durante un ataque de depresión recurrente, María compartió conmigo algunos de los notables y apasionados salmos al Amado y las odas a la Naturaleza que Judas había escrito, como recuerdo a su valiente lealtad.
Con el paso de los últimos meses, Judas había llegado a ser poco a poco más consciente del papel devastador, aunque imprescindible, que habría de cumplir. Judas se había vuelto cada vez más nervioso y aprensivo. Se paseaba de arriba a abajo, y salía para luego volver a entrar y mirar a la cara de Yeshua buscando reafirmación. A veces, Yeshua iba hacia él y lo abrazaba, y Judas rompía en sollozos convulsivos o salía corriendo al jardín gritando: «!No lo entiendo! ¡No lo entiendo! ¡Es muy difícil de soportar!» Él era el discípulo más emotivo de todos los varones. Aunque había realizado muchas iniciaciones esenias y era uno de los candidatos con más probabilidades de éxito, al mismo tiempo era el menos preparado para soportar la carga de la función asignada a su alma. Todos los discípulos del círculo interno sabían que la demostración pública del arquetipo del héroe y el villano, requería que Yeshua fuera públicamente traicionado y condenado a muerte, con el fin de demostrar la resurrección del cuerpo y la eternidad de la vida. A diferencia de los ritos secretos, ocultos en las cámaras de las escuelas iniciáticas de misterio, Yeshua y sus compañeros cercanos revelarían abiertamente el Rito del Sepulcro. Algunos de los discípulos habían representado en sus iniciaciones egipcias el papel de Set o Satanás, el que traiciona, y sabían que todos estaban calificados para desempeñar ahora ese papel.
Todos los discípulos, tanto si habían tomado sólo algunas de las iniciaciones esenias o muchas, estaban familiarizados hasta cierto punto con la figura del «traidor». Sin embargo, cuando buscaron en sus corazones para ver si su papel era ser el «despreciado» no encontraron respuesta, salvo Judas. Durante las últimas semanas, nadie sabía con certeza, excepto Yeshua, María Magdalena y Judas, quién sería el catalizador que levantaría el telón y llamaría a los actores para que comenzáramos a representar nuestros papeles en el centro del escenario.
Para que podamos perdonar a Judas, es necesario reflexionar sobre su función catalizadora. Él jugó el papel del «traidor despreciable», la parte de uno mismo más juzgada y juzgadora, aquella que es implacable, rebelde, celosa y cruel, y que se esconde en las sombras de la psique humana. Es la parte que detestamos, que está en el subconsciente y que la mente consciente proyecta hacia el exterior como el enemigo contra el cual hay que luchar, aquel que mantiene el statu quo a toda costa. Después de todo, ¿no es conveniente para el guerrero de la dualidad tener un chivo expiatorio al que culpar por el sufrimiento constante y doloroso? ¿Quién mejor para ser criticado y condenado que «el traidor»?
¿Te has dado cuenta del aspecto de tu personalidad que se niega a perdonar, que tiene resentimientos, y que constantemente busca maneras de agrandar exageradamente su posición o, por el contrario, de hacerse insignificante? ¿Te has sentido traicionado a veces cuando esa parte de ti mismo sabotea la manifestación de lo que realmente deseas? Cuando esto sucede, ¿culpas y juzgas a los demás o te condenas a ti mismo con dureza? No resulta cómodo hacerse estas preguntas a uno mismo. Sin embargo, para obtener autodominio y para entender la iniciación de la crucifixión, por la que es posible que estés pasando ahora, este tipo de preguntas son necesarias. Entonces es posible asumir la responsabilidad de tus pensamientos y emociones como tu propia creación. Esta es la verdad detrás del dicho de la escuela de misterio: «¡Conócete a ti mismo!»
Cada uno de nosotros tiene un sistema perfecto de guía interior y una capacidad inherente para amar y expandir la conciencia. Cuando ignoramos o nos rebelamos contra la intuición, los instintos, el sentido común y la sabiduría, en verdad nos traicionamos a nosotros mismos y al Creador. Desde una perspectiva más amplia, el alma superior o Yo superior guía la pureza de intención del corazón para que sea inofensiva, y evalúa la preparación del alma para pasar a niveles avanzados de poder interior.
Tu sistema de guía interno a menudo actúa como un sistema de frenado o aceleración, que ayuda a que cada paso evolutivo se lleve a cabo «en el momento y lugar adecuados». Si fuerzas tu crecimiento espiritual, tu alma te ralentiza, orquestando la aparición de obstáculos en tu camino. Del mismo modo, si te estás resistiendo a ser más auténtico y fiel a tu poder, tu amor y tu sabiduría, tu alma misteriosamente orquestará los factores necesarios para que tu vida fortificada y tu identidad blindada sean derrocadas sin motivo alguno de la noche a la mañana. Cuando entiendes que tu alma o Yo Superior es el capitán de tu vida y que tú no eres un peón víctima de fuerzas externas, puedes convertirte en un poderoso colaborador del director divino de tu vida. Entonces, escuchar y alinearse con la guía divina puede crear cada vez más gracia y facilitar el flujo de los cambios evolutivos constantes de la vida.
Cuando sea el momento de las expansiones transformadoras de la crucifixión y la resurrección, serás retado a revisar tus apegos a creencias, relaciones y posesiones. Todo lo que te limita saldrá a la luz para que lo revises. Cuando tu identidad limitada y tu mundo se estén cayendo a pedazos puedes sentirte traicionado o, por el contrario, puedes comenzar a darte cuenta de que tu alma te está liberando. Cuando «el traidor», como el catalizador «Judas», aparezca en el umbral de tu puerta y llame, ¿abrirás la puerta y lo recibirás como a un amigo o como a un enemigo? Yeshua reconoció y dio la bienvenida a Judas Iscariote como «al amigo poco comprendido».
Ahora te recuerdo, mi querido amigo, que esta interpretación que a menudo va en contra de la tradición aceptada, va unida a tu responsabilidad de discernir lo que aceptas como verdadero y cómo vas a utilizar esta información en tu vida. Sin dudarlo, recibe sólo lo que tu ser te dice que está alineado con el crecimiento y la evolución de tu alma. Y no juzgues el resto. Pon el resto a un lado y, tal vez, retomando mi historia en un futuro, es posible que encuentres que las palabras «blasfemas y heréticas» de Ana, ahora tienen valor para ti.
He venido ahora en respuesta a nuestra llamada mutua, para revelar muchas cosas que se han tapado y escondido. Asimismo, deseo que te reveles a ti mismo y recuerdes quién eres. Y que estés cada vez más cómodo, relajado, y vulnerable a los cambios evolutivos inevitables de tu alma durante el fortalecimiento interior que se da a través de la revelación de uno mismo. No hay necesidad de sufrimiento durante las «contracciones de parto» de la crucifixión, cuando tu atención está en el verdadero yo de la oruga que alza el vuelo convertida en mariposa.
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2 comentarios en “JUDAS ISCARIOTE – Ana, la abuela de Jesús”
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