«El dolor ha de ser reconocido, observado, honrado, trascendido y elevado más allá de tu ser para que se convierta nuevamente en amor.»
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Amados:
Hoy vengo a hablar del dolor, del dolor del alma, del dolor que corroe el cuerpo físico. Del dolor que traspasa las células, que dificulta la respiración y que hace que respirar sea imposible. Del dolor que te nubla la vista y te obliga a caminar un con paso vacilante que te impide avanzar. Ese dolor que sólo te ancla en el presente, ese dolor que arrastra tu mente hacia el pasado, que nubla tu pensamiento, que nubla tu vista, que nubla tu Vida pues no permite que haya una total conexión entre el designio de tu corazón y el accionar de tu mente en pos de él.
Ese dolor te desvitaliza. Ese dolor es la “Cara B” del Amor. Donde hay dolor, donde hay sufrimiento también hay amor, pero es un amor que corroe, que todo lo nubla, por así decirlo. Un Amor que tú no ves como Amor, porque duele, porque lastima cada célula de tu ser.
Cuando un dolor así atraviesa la vida de uno, simplemente, por costumbre, por estar habituado a ello, lo tapamos, lo ocultamos, lo insertamos en el cuerpo como si fuera una bola negra dentro del pecho o del estómago.
A ese dolor que por hábito insertáis en vuestro cuerpo físico, a ese dolor que corroe el alma y que, sin embargo, alimentáis a diario, a ese dolor tenéis que darle la vuelta y mirarlo desde su otro lado, pues como ya he dicho es Amor. ¿Qué otra cosa que no sea el Amor puede doler? Si duele es porque no salió como esperabas, como estaba planificado.
Hoy vengo a decirte que ese dolor es perfecto para tu evolución espiritual. Ese dolor ha sido implantado, puesto allí por tu propio ser para que lo VEAS y lo TRASCIENDAS, no para que lo alimentes ni para que lo escondas ni para que sea somatizado ni para que sea un síntoma, sino para que sea trascendido por el ser que lo habita. Es es gran maestro que acude a vuestra vida para enseñaros a ver y a trascender, a honrar y a habitar en él y salir de ello como un ángel que sale desde la profundidad de la tierra airoso y feliz.
Esos dolores se manifiestan como la noche oscura del alma. Esa noche oscura del alma, amados míos, solamente se hace presente para que luego podáis ver la luz del día, no para que volváis a alimentarla y la hagáis crecer. Jamás será una experiencia de vida que tenía como objetivo alimentar aquello que es negativo para vosotros, que os hunde, que os imposibilita, que os impida avanzar.
Amados, el dolor ha de ser reconocido, observado, honrado, trascendido, elevado más allá de tu ser. Elevarlo al cielo y dejar que vuele, que desaparezca, que se desintegre, que se convierta nuevamente en amor, en la esencia pura que sois cada uno de vosotros.
El dolor no viene a quedarse. El dolor viene como aprendizaje, como experiencia que es necesario pasar para trascender, para experimentar, para evolucionar.
¿Cuántas veces te has visto inmerso en un dolor que habitas y que alimentas a diario y has notado que cuanto más tiempo permaneces ahí, más te victimizas y más y más lo haces crecer? Tal vez haya sido poca cosa, una mínima experiencia y, sin embargo, al verla allí, al verla habitar tu cuerpo, a esa experiencia le agregas otras que nada tienen que ver con ella, pero que alimentan ese dolor en tu cuerpo o en tu mente y también aquellos egrégores negativos, los pensamientos negativos colectivos. Y tú atraes todo aquello que vibra en la misma energía que ese dolor. Todo aquello que hace que ese dolor se alimente de otros dolores ajenos y, así, siendo tu dolor pequeño, lo conviertes en un dolor mayor que ni siquiera era tuyo. Alimentas y nutres una conciencia colectiva negativa que, como un imán, fue atraída por tu propio dolor. Y te quedas allí, en ella, como si te regocijara alimentar esa cueva oscura, esa noche oscura de tu alma.
No es eso lo que queremos, porque no es allí donde la Luz de tu ser puede ser plena.
Hoy te pedimos, gran ser, que dejes de alimentar cada uno de los aspectos negativos que puedan habitar las experiencias de tu ser. Hoy te pedimos que experimentes cada una de las vivencias que has elegido vivir y trascender. Que las experimentes y que por un instante las vivas en el cuerpo, que las respires y las ilumines. Ilumina todo aquello que ha de ser trascendido. Ilumínalo todo. Ya hemos dicho que eres parte de la Chispa Divina de la Creación, que eres Dios encarnado en ese ser físico que hoy habitas. Y puesto que eres Luz, ilumina cada experiencia, no alimentes aquello oscuro que te lleva a la cueva, a la noche oscura del alma, pues con tanta oscuridad te pierdes y olvidas lo que has venido a hacer.
Te amamos infinitamente, te acompañamos y te honramos por esta experiencia que has elegido trascender, por esa vida que has decidido encarnar.
¡Busca Luz, halla Luz, sé Luz en la Tierra!
Con amor,
JESÚS
Canalizado por Lorena Cortondo
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