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Antes de cruzar los muros de Asís, me senté en una piedra del camino y vi la ciudad amurallada a lo lejos. La vi de manera diferente; yo también era diferente. Ya no era el mismo que había partido a tierras lejanas, donde quizá me volví a encontrar.
Allí, sentado sobre aquella piedra, acepté todo el Amor que Padre/Madre irradia y asumí la parte de amor que era capaz de asumir. ¡Cuánto amor! Y me dije: ¿Estás dispuesto a dar, Francisco? Con la mirada fija en las hermosas murallas de Asís, escuché la respuesta que provenía de mi Divina presencia YO SOY:
¡El Amor Es, Francisco! No puede manifestarse porque está permanentemente en todas partes. Cuando crees que das amor, no es amor; cuando crees que recibes amor, no es amor; cuando crees que te falta o te sobra amor, no es amor; es otra cosa, pero no es Amor. El Amor lo impregna todo y a todos como una unidad inherente e indisoluble de la Creación. Ni se da, ni se recibe, ni se vende, ni se compra, ni se hace, ni se deshace. Mira a tu alrededor, Francisco y mírate tú. ¿Crees que el amor alcanza tus ojos? Si solo miras, te mantendrás en la superficie de lo externo, pero incluso ahí sigue estando y continúa siendo amor. Pero si solo miras, no descubrirás su esencia, ni siquiera podrás ver su presencia en cada acto que se manifieste ante ti. Ahora, en lugar de mirar, profundiza. ¿Qué ven ahora tus ojos? ¡Sí! ¡Ahí está el Amor! Tanto en el leproso como en el noble que acumula riquezas. ¡Ahí está el Amor! En los amantes, en los niños, en los animales, en las flores… En todo lo Creado. La Creación responde al Creador, que es Amor.
Date cuenta, Francisco, de todo lo que haces, y cuestiónate a partir de hoy no por qué lo haces, sino para qué lo haces. ¿Para qué creas todo lo que creas, Francisco? ¿Para servirme a mí, para servirte a ti o para servir al Amor? Si lo haces para servirme a mí, libérate, sal de esa prisión, libérate de los patrones de la materia, libérate de esa ilusión y fúndete en el Amor. Si lo haces para servirte a ti, aligera el equipaje y la carga de lo que ya no necesitas y fúndete en los brazos del Amor. Si lo haces para servir al Amor, observa si tus creaciones contribuyen al despertar de aquellos que te acompañan en este tramo del camino.
Antes de que vuelvas a cruzar esos muros, hermano Francisco, deja aquí junto a esta piedra todas aquellas murallas que hasta hoy te han impedido abrazar al Amor, desde el Amor, por el Amor, para el Amor y hacia el Amor. Y entonces, verás que el Amor ni se pide ni se negocia, te darás cuenta de todo el Amor que se derrama eternamente por los confines de la Madre Tierra y, al verlo constantemente por todas partes, solo podrás decir:
¡CUÁNTO AMOR!
Canalizado por XAVIER PEDRO GALLEGO
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