«La impaciencia es una forma sutil de la falta de fe, por la cual estáis declarando al Universo que no confiáis en el Ritmo Divino»
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Amados míos:
¡Yo Soy Saint Germain!
Hoy acudo a vosotros en un soplo de Luz violeta para hablaros desde el corazón de la Vida misma acerca de la impaciencia, esa corriente inquieta que tantos de vosotros habéis permitido que anide en vuestro ser terrenal, y que, sin que os deis plena cuenta, os encadena al mundo de las apariencias, demorando vuestra gloriosa ascensión personal y la de la amada Tierra.
Permitidme que os diga que la impaciencia no es sino una forma sutil de la falta de fe. Cuando os impacientáis, en verdad estáis declarando al Universo que no confiáis plenamente en el ritmo divino, en la perfecta sincronía de la Vida que siempre actúa para vuestro mayor bien. La impaciencia es como un niño que siembra una semilla y, al día siguiente, cava con sus manos la tierra para ver si ya ha brotado, sin comprender que todo tiene su tiempo perfecto de gestación, su tiempo de floración, su tiempo de plenitud.
Vosotros, que anheláis con sinceridad el sendero de la ascensión, debéis entender que la impaciencia genera una vibración de resistencia que os aleja de aquello que vuestro corazón más desea. Cada vez que dudáis, cada vez que exigís resultados inmediatos, estáis interrumpiendo el flujo natural de las energías superiores que os asisten. Estáis diciendo a esas fuerzas benevolentes: “No confío en vosotros. No confío en mí. No confío en la Divina Presencia que Yo Soy”.
Queridos míos, la ascensión no es una carrera que podáis ganar corriendo más rápido o empujando las puertas del Cielo. Es un acto de entrega consciente, de aceptación de que todo, absolutamente todo, se despliega en el tiempo exacto en que vuestra alma está preparada para recibirlo. Si lo supierais en lo profundo de vuestro ser, si lo abrazarais con total devoción, la paz se instalaría en vosotros como un lago sereno, y la ascensión se aceleraría de manera natural, como el vuelo de un águila que no necesita agitar frenéticamente sus alas, sino que se eleva en la corriente invisible del Espíritu.
La impaciencia os ancla a la tercera dimensión, porque es una expresión del ego que no tolera no tener el control. El ego teme lo que no puede dominar, y al temer, se desespera. Pero vuestra verdadera esencia, el Yo Divino que mora en cada uno de vosotros, no tiene prisa, porque sabe que ya es eterno, que todo ya le pertenece en el aquí y ahora. Vosotros no ascendéis porque “logréis” algo en el futuro; ascendéis cuando recordáis quiénes sois en el presente.
Cada emoción de impaciencia que albergáis actúa como un pequeño lastre energético que pesa en vuestro campo áurico. Son como diminutas piedras atadas a vuestros tobillos espirituales. Una sola piedrecita quizá no pese mucho, pero acumuladas, os dificultan volar hacia la Luz. Así pues, cada vez que sintáis impaciencia, deteneos. Cerrad los ojos. Respirad profundamente. Reafirmad en vuestro corazón: “Yo confío en el plan divino. Yo Soy paciencia divina manifestada. Yo Soy la Paz que nada ni nadie puede perturbar”.
Recordad, amados míos, que la Tierra también está en su propio sendero de ascensión, y ella responde a vuestra vibración colectiva. Cuando una gran masa de almas humanas se deja arrastrar por la impaciencia, generan un campo de ansiedad planetaria que dificulta la purificación de las capas más densas de la Tierra. Vuestra serenidad, vuestra aceptación amorosa del proceso, no sólo os libera a vosotros, sino que facilita que Gaia misma se eleve con más suavidad, con más gracia.
Imaginad por un momento que la ascensión es como el brotar de una inmensa flor cósmica. ¿Acaso podría abrirse esa flor bajo la violencia de un tirón impaciente? No. Sus pétalos se despliegan uno a uno, en un ritmo sagrado, respondiendo al calor amoroso del Sol, a la danza invisible del viento, al susurro dulce de la lluvia. Así también vosotros debéis permitir que vuestro Ser Superior despliegue su magnificencia en vosotros, sin forzar, sin exigir, confiando plenamente.
La paciencia verdadera no es una resignación pasiva, no es una espera tediosa. Es un estado de consciencia activa y vibrante que reconoce que todo está sucediendo ahora mismo en planos que quizás vuestros sentidos externos todavía no perciben. Es la certeza luminosa de que cada oración es escuchada, cada acto de amor es registrado, cada paso dado en la senda es contado en el gran Libro de la Vida.
Os exhorto, amados míos, a transmutar la impaciencia en pura fe, en alegría tranquila. Cada vez que la mente os asedie con dudas, invocad mi Llama Violeta, envolved esos pensamientos en su fuego sagrado, y entregadlos a la acción purificadora de la Divina Presencia. Decid en vuestro interior: “Yo suelto toda necesidad de controlar. Yo me entrego a la infinita sabiduría de mi Ser. Yo Soy la paz perfecta en acción”.
Sabed que no estáis solos. Millones de seres de Luz, maestros ascendidos, ángeles y devas os acompañan en este majestuoso viaje. Nosotros vemos vuestra lucha, vuestros anhelos, vuestros momentos de desaliento. Pero también vemos vuestra belleza, vuestra fortaleza, vuestro compromiso luminoso. Nos inclinamos ante vuestro coraje. Y os recordamos siempre: ya sois uno con el Amor. No hay nada que “alcanzar” fuera de vosotros. Solo hay que quitar los velos, uno a uno, con dulzura, con confianza, con reverencia hacia el proceso sagrado que es la vida misma.
Así pues, hoy os dejo esta bendición de paciencia divina, este bálsamo de paz profunda que, si lo aceptáis, se instalará en vuestros corazones y os hará caminar ligeros, jubilosos, libres del peso de las expectativas humanas. Permitid que vuestra vida se convierta en un poema vivo de fe serena, en un canto de gratitud continua. Así, sin daros cuenta, estaréis ascendiendo, y con vosotros, la amada Tierra también danzará en espirales de Luz hacia su más alta gloria.
Yo Soy Saint Germain, vuestro hermano y servidor en la eternidad del Amor, y os envuelvo ahora en mi Manto de Luz Violeta para que ninguna impaciencia vuelva a perturbar vuestra paz sagrada.
Recibidlo.
Amadlo.
Sedlo.
Y recordad siempre que a ascensión no es el futuro, la ascensión es ahora.
SAINT GERMAIN
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