«La rutina os deja sin aliento, y lo hace como un amante celoso: al principio parece ofreceros estructura, contención y sentido.»
ESCUCHA…
Amados hermanos:
¡Yo Soy Jeshua!
Hoy me acerco con la dulzura del que os conoce en lo más íntimo y con la fuerza del que ve vuestra luz atrapada en estructuras que nada tienen que ver con la verdad viva de vuestro ser. Hoy quiero hablaros de algo que pesa en tantos corazones sin que se reconozca: la rutina como estranguladora del alma, como hálito que se vuelve prisión, como repetición que adormece el fuego sagrado de la vida.
¡Oh, cuánto sufrimiento silencioso se genera cuando el alma es obligada a entrar una y otra vez en los mismos surcos trazados por el miedo, por la costumbre, por lo que se espera, por lo que se repite sin corazón! La rutina no es, por sí misma, un enemigo; es la ausencia de presencia en lo que se repite lo que os ahoga. Porque una acción diaria, si es vivida desde el alma, si es celebrada como acto sagrado, puede ser luminosa, puede ser libertad. Pero cuando esa acción se hace por obligación, por deber muerto, por la inercia de una vida no cuestionada, entonces se convierte en un grillete invisible que os aprieta más cada día, y lo hace de forma tan lenta, tan sutil, que apenas lo notáis… hasta que un día ya no podéis respirar.
Habéis aprendido, generación tras generación, a ver la rutina como señal de orden, de responsabilidad, incluso de virtud. Se os ha dicho que una persona buena es aquella que se somete a horarios, que cumple su papel, que repite lo que se espera de ella sin quejarse. Y muchos de vosotros habéis interiorizado esa idea con tanta profundidad que incluso sentís culpa cuando deseáis romper esa cadena. Os preguntáis: «¿Y si dejo este trabajo? ¿Y si cambio de vida? ¿Y si simplemente hoy no hago lo que siempre he hecho?» Y el miedo, disfrazado de prudencia, os responde que no, que es mejor no cambiar, que no os arriesguéis, que la estabilidad vale más que la vida misma. Pero la estabilidad sin alma es muerte disfrazada de seguridad.
Yo os pregunto: ¿Dónde está la vida en lo que repetís? ¿Dónde está el aliento sagrado en ese despertador que suena cada mañana a la misma hora con la misma brutalidad? ¿Dónde está el espíritu en ese camino automático que recorréis hacia las tareas cotidianas que no resuenan con vosotros? ¿Dónde está la presencia en esos saludos mecánicos, en esas comidas sin gratitud, en esas palabras que se repiten como un eco sin origen? Si vuestro día a día transcurre sin una sola chispa de verdad, sin un solo acto nacido del corazón, sin un instante de comunión con lo que sois en lo profundo, no estáis viviendo, sólo estáis sobreviviendo.
¡Y el alma que sois no vino aquí a sobrevivir! No encarnasteis para cumplir horarios ni para vivir atrapados en la rueda del hacer por hacer. Vinisteis a recordar quiénes sois, a encarnar el amor, a bailar la danza única que cada uno de vosotros trae en el corazón, en el alma, en la canción irrepetible. Sin embargo, esa canción se apaga cuando el alma es empujada día tras día a repetir lo que ya no vibra con ella, lo que ya no le despierta gozo, lo que ya no reconoce como verdad.
La rutina os deja sin aliento. Y lo hace como un amante celoso: al principio parece ofreceros estructura, contención, sentido. Pero poco a poco os borra la mirada luminosa, os quita el impulso creativo, os roba el tiempo para el silencio, os la espontaneidad, la risa por reír, el deseo de explorar… Os convierte en piezas de una maquinaria sin alma, una maquinaria que os promete estabilidad mientras os vacía de vosotros mismos.
¿Sabéis por qué sentís ese cansancio profundo que no se alivia con dormir? Porque no es vuestro cuerpo el que está agotado, es vuestra alma la que está asfixiada. Es vuestra esencia la que grita por espacio, por belleza, por lo inesperado, por lo verdadero. Y esa verdad rara vez se encuentra en los tramos repetidos de un día calcado al anterior. La verdad está viva, y lo vivo no se repite mecánicamente: lo vivo respira, se transforma, late…
Y sin embargo, muchos tenéis miedo de romper con la rutina porque os habéis identificado con ella. Pensáis que sois esa persona que se despierta a tal hora, que cumple tal rol, que hace tal cosa… Habéis olvidado que antes de todo eso sois una conciencia libre. Que sois el hijo y la hija del Uno. Que vosotros no sois vuestros hábitos ni vuestras tareas ni vuestra agenda. Sois el Ser que puede elegir de nuevo, cada día, cada instante.
La verdadera libertad no comienza cuando lo abandonáis todo, sino cuando empezáis a estar presentes en lo que hacéis. Si trabajáis, que sea con conciencia. Si cocináis, que cada paso de la receta sea un gesto sagrado. Si camináis, que vuestros pasos sean una oración. Y si sentís que lo que hacéis ya no está alineado con lo que sois, tened el valor de preguntaros: ¿qué quiero ahora? ¿qué me pide la vida en este momento? ¿A qué o adónde me impulsa mi alma, aunque sea tímidamente?
No temáis al cambio. Temed más bien a la actividad muerta que se disfraza de orden. Temed a vivir una vida que no os corresponde, a repetir una historia que no tiene ya pulso. Temed a llegar al final de vuestros días dándoos cuenta de que no vivisteis, sino que simplemente ejecutasteis un programa ajeno. Pero hacedlo no con un miedo paralizante, sino con ese temblor sagrado que os lleva a despertar.
Yo no os pido que destruyáis todo lo que habéis construido. Os animo a observaros sinceramente, a escucharos sin tapujos, a permitiros esos momentos de quietud y silencio en los que podáis sentir si vuestra vida os está nutriendo o si sólo os está arrastrando. A preguntaros si cada día sois más vosotros o si os estáis alejando de quienes sois verdaderamente. Y si descubrís que la rutina os está matando lentamente, os pido que tengáis compasión con vosotros mismos y también valentía para cambiar.
Porque siempre podéis elegir de nuevo. Siempre podéis volver al centro. Siempre podéis desprenderos de lo que ya no os es afín, a pesar de que os hayan dicho que es eso precisamente lo correcto. Siempre podéis respirar profundamente y decir: «¡Hoy quiero vivir desde el alma!» Y entonces la rutina se romperá y se transformará en presencia. Porque no es tanto el hecho de hacer lo que daña, sino el olvido del ser que lo está haciendo.
Amados, el alma no vino a ser encadenada, vino a desplegar las alas. Y si hoy sentís que esas alas están agarrotadas, empezad por preguntaros qué es lo que las está agarrotando. No os castiguéis por haberos dormido; el mundo os enseñó a hacerlo. Pero ahora sabéis, ahora recordáis, y ese recuerdo es poder. Usadlo. Respiradlo. Haced de cada instante un acto sagrado o tened el valor de dejar de hacerlo.
Yo estoy con vosotros. Siempre. En la pausa que da sentido, en el fuego que renace, en la lágrima que cae sin motivo, en el susurro de vuestra alma que os dice: «¡Hay más!» No os conforméis con menos. Vosotros no sois hijos de la resignación, sois Herederos del Espíritu Viviente. Y ese Espíritu no se encierra en la rutina; ese Espíritu danza, canta, crea, ama… y está esperando alegremente a que volváis a Él.
Con todo mi amor,
JESHUA
Más canalizaciones de Jeshua narradas por Mi Voz Es Tu Voz AQUÍ
Haz una donación puntual
Haz una donación mensual
Haz una donación anual
Elige una de estas cantidades
o introduce la que tú sientas
¡Mil gracias por tu amorosa aportación!
¡Muchas gracias por tu amorosa aportación!
¡Muchas gracias por tu amorosa aportación!
DONARDONARDONAR