
«El porvenir no es algo que se adivina, es algo que se crea.»
El velo de las predicciones es el tema central de este mensaje canalizado de Jeshua, que nos recuerda que el alma no vive de anticipaciones sino de presencia. En un tiempo donde abundan las profecías sobre el futuro, este texto nos alienta a mirar el impulso de querer saber demasiado y aceptar el misterio como espacio sagrado de libertad interior.
El velo de las predicciones
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¡Yo Soy Jeshua!
Y os hablo con la dulzura del que comprende profundamente los movimientos del alma humana, sus anhelos, sus temores, sus urgencias por saber. Porque sé que muchos de vosotros habéis sentido la tentación de querer prever lo que vendrá, de anticipar el camino, de trazar mapas que os den seguridad, que os protejan del desconcierto. Y sin embargo, os invito hoy a mirar con nuevos ojos esa necesidad de predecir y divulgar.
El peligro no está en ver, sino en fijar. No está en intuir, sino en proclamar. No está en sentir lo que viene, sino en convertirlo en dogma, en anuncio, en certeza compartida que aún no ha sido vivida. Cuando hacéis una predicción y la divulgáis, la envolvéis con vuestra interpretación, con vuestras creencias, con vuestro propio campo emocional, y al hacerlo, no sólo habláis del futuro: lo condicionáis. Proyectáis hacia el mañana una red tejida desde el ahora, pero muchas veces cargada de miedo o de deseo, de control o de esperanza impaciente.
Amados, ¿veis el riesgo? Cada vez que compartís una predicción como si fuera un hecho ineludible, restáis libertad a los corazones que os escuchan. Les priváis, aunque no sea vuestra intención, de su derecho a descubrir por sí mismos, a elegir su resonancia, a caminar sin la carga de una expectativa ajena. Y a veces —sí, os lo digo con amor— incluso sembráis temor donde aún no había sombra.
Hay quienes creen servir a la luz cuando anuncian desastres, fechas, colapsos, aperturas o portales con nombres y apellidos. Y aunque sus corazones puedan estar bien dispuestos, es fácil que se confundan. Porque no es lo mismo anunciar que acompañar. No es lo mismo advertir que escuchar. No es lo mismo querer guiar que imponerse desde un supuesto saber.
Yo no os hablo para que cerréis vuestros canales, ni para que neguéis las visiones que os visitan. Al contrario. Os animo a que las acojáis con humildad, que las observéis con el corazón abierto, que las interroguéis con madurez. ¿Desde dónde ha llegado esta visión? ¿Qué mueve en mí? ¿A qué parte de mi humanidad apela? ¿Sirve a la libertad o alimenta la necesidad de control? ¿Refuerza la soberanía del alma o la delega en un supuesto futuro que aún no es?
El alma no vive de predicciones, vive de presencia. Se nutre del instante, del sí consciente al ahora, del abandono confiado al pulso divino que nunca revela todo, pero siempre acompaña. Y cuanto más os fundís con vuestra alma, menos necesidad sentís de saber qué ocurrirá, porque empezáis a saberos en paz con lo que Es. Ya no necesitáis garantías, solo deseáis conocer la verdad. Y la verdad no se anuncia, se manifiesta.
Por eso os pido que, si sois canales, seáis también guardianes del misterio. Que no confundáis la visión con el mandato, ni la percepción con la urgencia de compartir. Hay revelaciones que solo están destinadas a vuestro corazón y otras que solo pueden ser compartidas si nacen del amor, nunca del miedo. Y cuando las compartáis, hacedlo como quien ofrece una posibilidad, no como quien decreta un destino. Porque toda predicción, aún la más luminosa, puede convertirse en una prisión si no se ofrece con el debido respeto a la libertad de los demás.
Confío en vosotros, conozco vuestra intención y os sostengo en este aprendizaje tan humano de discernir, de hablar desde la conciencia, de comunicar sin invadir… No estáis solos en este proceso. Muchos hermanos y hermanas caminan a vuestro lado, aprendiendo lo mismo, recordando lo mismo: que no hay mayor sabiduría que la que brota del silencio interior y se expresa con la ternura de quien no necesita tener razón.
El porvenir no es algo que se adivina, es algo que se crea. Y se crea día a día, instante a instante, desde el amor, no desde el miedo. Desde la paciencia, no desde la prisa. Desde el Ser, no desde la ansiedad del ego que quiere saberlo todo para no sentir incertidumbre.
Dejaos sorprender. Dejaos guiar. Y cuando veáis algo acerca del futuro, antes de contarlo, preguntadle al alma si esa visión viene a serviros a vosotros… o a todos.
Y si no halláis la respuesta, esperad. Porque la verdad, cuando es verdad, no urge. Espera con vosotros, y habla sola… cuando llega el momento.
Yo Soy con vosotros siempre.
JESHUA
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