
«Yo necesito poco y lo poco que necesito, lo necesito poco.»
YO NECESITO POCO – En este mensaje, Francisco de Asís nos recuerda que la verdadera abundancia nace de la libertad interior y del desapego, no de la acumulación de posesiones externas.
YO NECESITO POCO
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Queridísimos hermanos y hermanas:
¡Yo Soy Francisco, aquel que llamasteis de Asís! Hoy vuelvo a hablaros desde la sencillez que nunca deja de ser actual.
Muchas son las veces que habéis escuchado una frase que se me atribuye: «Yo necesito poco y lo poco que necesito, lo necesito poco». No son solo palabras, sino una vibración, un recordatorio de que el corazón humano se extravía con facilidad en los laberintos de los deseos y que, sin embargo, recupera su claridad cuando retorna a la raíz de lo simple.
Muchos habéis interpretado esa sentencia como una especie de renuncia, como si se tratara de despreciar lo que la vida os ofrece. Y no es así. El espíritu jamás desprecia la abundancia, pues la abundancia es manifestación de la Fuente. Lo que esa frase quiso revelar es la capacidad de permanecer libres frente a todo lo que se presenta, sin que lo exterior determine vuestra paz.
Decir «yo necesito poco» es reconocer que el alma ya es plena. Lo esencial no viene de fuera, brota desde dentro. No es la comida en exceso ni el vestido adornado; tampoco son los reconocimientos ni las seguridades externas lo que sostiene vuestra existencia. Lo que sostiene vuestra vida es el Soplo Divino que palpita en vosotros, la Luz que no se extingue y que es independiente de toda circunstancia.
Decir «y lo poco que necesito, lo necesito poco» es profundizar todavía más. Es confesar que incluso en lo más simple que reclama la materia —el alimento, el abrigo, el descanso—, no conviene hacer de ello un amo. Comeréis, sí, pero no para llenar un vacío interior, sino para cuidar el templo del alma. Vestiréis, sí, pero no para ocultar un temor, sino para cobijar el cuerpo de la intemperie. Buscaréis descanso, pero no para fugaros de la vida, sino para renovaros en ella.
En vuestro tiempo actual, donde tenéis las manos llenas de objetos y los ojos están saturados de estímulos, esta enseñanza puede ser una brújula segura. No se os pide que viváis sin nada, sino que viváis sin cadenas. Podéis usar la tecnología, el dinero, las casas, los medios que os rodean, siempre y cuando vuestro corazón permanezca en libertad, sin que nada se convierta en dueño de vuestra atención y de vuestro amor. La pobreza a la que yo me refería no es la carencia, sino la apertura; no es el rechazo, sino el desapego interior.
Si queréis acoplar esta enseñanza al día a día, preguntaos en silencio: “¿Esto que busco lo busco desde la carencia o desde la plenitud? ¿Me identifico con lo que poseo o sé que sigo siendo yo aunque no lo tenga?”. Al responderos con sinceridad, sentiréis cómo la frase se convierte en una práctica viva. Cada vez que os deis cuenta de que el deseo os arrastra, podríais deciros: «Yo necesito poco». Y cada vez que la necesidad parezca apremiante, podéis sonreír y repetir: «Y lo poco que necesito, lo necesito poco».
De tal modo, el corazón vuelve a centrarse. De esa manera la brújula interior se alinea con el norte verdadero, que es el Amor. Y así vuestra ascensión no se sostiene en la acumulación, sino en el desapego; ni en resistirse al mundo, sino en caminar en él sin quedar atrapados.
Yo os digo, hermanos y hermanas, que no temáis la abundancia ni tampoco la escasez. Recelad solamente de aquello que encadena al alma y buscad a cada paso la Santa Libertad que permite abrazarlo Todo sin poseer nada. Ese es el camino que yo recorrí en la Tierra y que hoy sigue siendo posible para todos vosotros.
Y ahora os bendigo, en este instante, para que cada respiración sea un recordatorio de lo Esencial, cada alimento sea Gratitud, cada prenda Sencillez, cada palabra Servicio… Y que esta brújula os guíe firmemente hacia la Verdad de vuestro ser, donde nada falta y todo es Plenitud.
Con muchísimo amor,
Vuestro hermano Francisco
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