«Como parte de la experiencia de la vida, siempre habrá momentos de encuentros y desencuentros con personas y eventos importantes para nuestro trayecto.»
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Por muy monótona que parezca ser una existencia, como parte de la experiencia de la vida, siempre habrá momentos de encuentro y desencuentro con personas y eventos importantes para nuestro trayecto.
Aún cuando intentemos aferrarnos a lo que tenemos o desafiar eso que los asiáticos conocen como la “impermanencia” de la vida, tarde o temprano, de una u otra manera, habrá cambios que nos recuerden que en este camino, encontrarnos y desencontrarnos, es parte esencial del viaje que hemos emprendido.
A veces, sin embargo, intentamos apegarnos a toda costa a cosas, etapas o personas del pasado que se han quedado atrás. Al vivir atados a ilusiones del pasado no solamente sufrimos, sino que no nos damos la oportunidad de recibir e ir descubriendo las sorpresas y nuevos regalos que la vida guarda para nosotros, si vamos avanzando.
Es curioso esto que ocurre con frecuencia, aunque al principio no nos demos cuenta de ello: cuando algo se va siempre hay puertas que se abren, personas que se acercan, nuevos caminos que transitar, que muchas veces incluso nos están esperando desde antes que ocurra un final. Como si hubiera una inteligencia maestra que operara y dirigiese la sinfonía de la vida, es como si algo los pusiera allí, justamente en ese sitio en el que necesitaremos que permanezcan llegado el momento de su acercamiento.
Sin embargo, no siempre nos damos cuenta del verdadero propósito que tendrá la entrada en nuestra vida de estas personas o eventos. Algunas veces incluso, es tanto nuestro deseo de forzar las cosas en una dirección, que no permitimos a lo que llega ir tomando su propio cauce, para descubrir el verdadero motivo de su aparición.
Mucho ganaríamos al reconsiderar la etiqueta que a veces ponemos para calificar lo que llega, aceptándolo o rechazándolo sin mucho conocer de ello o abalanzándonos a las primeras interpretaciones que surgen en nuestro intercambio. La extraña llegada de una amigo del pasado, el encuentro en el súper con esa persona a quien no veíamos hace tantos años, un nuevo amigo que se acerca por Facebook, esa persona con la que por accidente nos encontramos en un restaurante, etc., etc., etc., puede ser mucho más que sólo ese momento.
Al pasar de los años la vida nos enseña que independientemente del mecanismo de entrada, que en la actualidad puede ser tan diverso, los encuentros accidentales o los “desvíos forzosos” en el camino que nos hacen dejar algo, normalmente guardan siempre regalos inesperados y no aquellos que estábamos pensando.
Abrirnos a confiar que, tarde o temprano, comprenderemos la razón de lo que se fue y de lo que ha llegado que, por más breve o larga que sea su estancia, ésta tiene un propósito, así como darse la oportunidad de fluir con lo que sea que esté ocurriendo, es una decisión inteligente que mucho puede ahorrarnos de innecesario sufrimiento y mucho más puede darnos de impensada dicha y amor.