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Somos Luz y Geometría
Permitidme hablar un minuto de mi amado, el Cristo que Jesús vino a mostrar, el Cristo fundamental en todos nosotros. Él tan solo quiso recordar el Cristal que crece, que se desarrolla y se transforma, que cristaliza y toma forma en cada uno de nosotros. Mi amado nos mostró la cantera, nos mostró la ganga, nos mostró la piedra tosca, el pequeño canto y nos dijo que, dentro de esa piedra común, hay un diamante. Ese es el cristal o el Cristo que venimos a pulir a través de las edades. Y la humanidad es la drusa a la que pertenecemos. La bella forma geométrica, la transparencia y la luz que refleja nuestro cristal, siempre está dentro de cada uno de nosotros. Somos eso, luz y geometría. Y para que ese diamante, único y peculiar, vibre, tan solo tenemos que ir puliendo los velos y las densidades que lo cubren.
El pecado y la culpa limitan y bloquean
El pecado existe tan solo en función de un dedo acusador que juzga. Y ese dedo no tiene nada de divino; procede de una humanidad que avanza a tientas por las dimensiones de la dualidad; pertenece a un juego de reglamentos y leyes inventadas por la divagación del alma. El pecado hace que actuéis dentro de la culpabilidad, colectiva e individual. Y esta culpa adquirida, también tiene una función, que es bloquear el inconsciente. Olvidar quiénes sois.
La nostalgia de la antigua unión con lo Divino, está grabada en cada célula
Parece que nacéis con una deuda por pagar (el supuesto pecado original…) y además les dais este legado a vuestros descendientes. Hagáis lo que hagáis, parece que siempre vivís en una ruptura constante con lo Divino. Y esa es la principal fuente del sufrimiento. La culpa es la mejor fuerza para inculcar terribles frustraciones y miedos, para evitar o limitar la capacidad de evolucionar, de explorar y de ascender. Si no se trasciende ya ese antiguo código del pecado original, el primer y determinante pecado de ‘usar nuestro libre albedrío’, el resto de pequeñas culpas humanas no pueden decodificarse, pues todas proceden de ese antiguo código de culpabilidad por haberse separado del Creador. Sin embargo, fue Él quien creó este camino de exploración y libertad. La libertad es tan inmensa que incluso tenemos la posibilidad de revelarnos, de explorar caminos difíciles, tenemos el derecho a equivocarnos, de buscar… Jamás olvidéis que no existe el dedo que juzga. Vosotros no sois culpables.
El alma es un principio que siempre encierra la chispa del origen
Estemos en el nivel evolutivo que estemos, siempre hay una chispa candente en el interior. Descender a este plano de la existencia humana nos sitúa frente a ciertas trampas en las que caemos a menudo; es como si fuera un juego. En el proceso de caída o densificación, nos vamos deteniendo en distintos planos vibratorios, como si fueran peldaños o distintas habitaciones de una misma casa, y los exploramos. Al explorarlos vemos si estamos o no en sintonía con el lugar, vemos si nos gusta o no, sentimos si nos corresponde. La rebeldía existe gracias al libre albedrío. Tenemos derecho a la rebeldía porque somos libres de explorar y viajar, libres de equivocarnos, libres para sufrir y para gozar. La rebeldía es a menudo necesaria para encontrar tu camino verdadero y peculiar, tu lugar de sintonía y plenitud. Sin embargo, cuando asciendes, el alma contempla cada vez con más ecuanimidad todos esos universos explorados, todos los mundos que uno mismo ha inventado en el pasado, y que forman parte de tu alma trabajada. El alma madura que observa, discierne y evalúa, ya no precisa de la rebeldía porque honra todos y cada uno de los pasos, los estados y sintonías, pues todas ellas te condujeron a encontrar tu frecuencia. Los distintos estados de conciencia y niveles evolutivos son simplemente puntos de referencia para captar mejor o peor cada obstáculo y la propia Realidad. Y la gratitud por todo lo vivido, por todo, es otra manifestación del proceso de Ascensión.
Estuvimos unidos a eso que llamamos Dios
El mal no es nada más que la fuerza o el egrégor correspondiente al sentido de separación con Dios o la Unidad. En el origen no existía más que la Luz y el Amor unificados. El mal es el campo de energía generado por ese sufrimiento de separación con Dios, de ese recuerdo, de ese vivir en el exilio, fuera de Casa. La oscuridad es la fuerza resultante de ese sentido de separación existente entre el Creador y la Creación. Sin embargo, si hay dolor de separación, significa que hubo matrimonio; que existió unión y fusión de las dos fuerzas. Entre lo Divino y lo humano hubo una unión sagrada que siempre está y estará inscrita o grabada en cada célula y circuito de todo ser viviente.
¡Y así es!
Muy amorosamente,
MARÍA MAGDALENA
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