Amados amigos:

¡Yo Soy Jeshua!

Estoy con vosotros otra vez y me alegro de estar con vosotros. Sentid mi alegría. Sólo el hecho de compartir este momento con vosotros eleva mi corazón, porque vosotros sois Uno conmigo, tan cercanos a mi corazón. Sentid la alegría precipitándose sobre vosotros y a través de vosotros. La alegría es la esencia de la creación. Todo, cada acto de creación, comienza con alegría. Vuestro verdadero viaje hacia la Tierra comenzó una vez con una sensación de alegría. Recordad aquel sentimiento.

Una vez tuvisteis una visión en vuestro corazón de una Tierra hermosa y equilibrada. Esa visión todavía está viva y ahora está acercándose cada día un poco más. Ya sé que cuando miráis este mundo veis un montón de caos y de negatividad, pero las cosas se agitan y están cambiando y vosotros no tenéis que ser parte del caos y de la negatividad del mundo. A través del corazón, podéis regresar al jardín del Edén, al Paraíso. Podéis sostener esa visión viva en vuestro corazón y apreciarla todos los días. Podéis estar en el paraíso mientras vivís ahora en la Tierra. Y en realidad, así es como introducís la energía del Paraíso en la Tierra.

Vuestra misión es ser parte de este mundo sin formar parte de él. ¿Y cómo se hace eso? Muy sencillo, se logra con la energía del Amor. Si lucháis contra el mundo y contra las energías densas que lo envuelven, entráis en la negatividad y en el caos. Pero si aceptáis esas energías como parte de una etapa de la evolución, la energía de vuestro corazón se vuelve más suave, más dulce.

A veces, sostener esa visión en vuestro corazón, implica que tengáis que retiraros del mundo, al menos hasta cierto punto. Todos vosotros sois seres sensibles que respondéis a la energía que os rodea, de modo que, a menudo, necesitáis estar solos y pasar un rato en la naturaleza para refrescaros. Cuando permanecéis demasiado tiempo inmersos en las energías del mundo, vuestra mente puede llegar a ser absorbida por las formas de pensamiento negativo que hay en ellas y, entonces, tenéis que refugiaros en vosotros mismos, en vuestra esencia; permanecer en el silencio interior.

Guardemos un momento de silencio para sentir la Fuente Eterna de la cual todos somos parte.

Llenaos de esa energía y dejad que os sane. Percibid la energía del Hogar y sed conscientes de que sois infinitamente amados y apreciados. Cada uno de vosotros es un niño del universo y, como tal, se os permite expresaros y explorar la vida en todas sus formas posibles. Sentid la energía de la Alegría que hay detrás de esto. Vosotros estáis destinados a explorar la vida desde una sensación de alegría y curiosidad; es vuestro derecho de nacimiento.

En el pasado se os enseñó que teníais que trabajar duro para ganar reconocimiento, que como seres humanos erais pecadores, que teníais que ser disciplinados y que era inevitable sufrir para ser mejores. Sentid durante un instante la energía densa y pesada de tales conceptos. Imaginad durante un momento que esa energía aparece ante vosotros bajo una forma o un color; quizá veáis una energía pesada de color gris o marrón.

Ahora, imaginad que os habéis liberado completamente de esa energía y que, al ser libres, espontáneamente sentís la compasión que vuestro corazón alberga. Os compadecéis de esa energía porque no pertenece al modo natural de la Creación. Imaginaos que estiráis las manos y que tocáis esa energía fea y marrón, y sentid cómo vuestras manos la tocan con amor. Esa energía representa vuestro sufrimiento y el sufrimiento de la Humanidad, y vosotros sois sus sanadores. Dejad que la energía sanadora fluya desde vosotros hasta esa energía. Sentid cómo la energía anhela vuestro contacto, porque en su núcleo es como un niño perdido que quiere volver al Hogar. ¡Veos irradiando amor, compasión y comprensión!

No tenéis que demostrar nada, porque vosotros sois perfectos tal y como sois, un niño del universo. Esa apreciación de vosotros mismos determina vuestra verdadera relación con el mundo: vosotros sois sus sanadores. Cuando os deis cuenta de eso, os será más fácil estar entre energías negativas o densas y no os sentiréis abrumados por ellas. Y, cuando necesitéis tiempo para vosotros mismos, refrescaros y mantener vuestra vibración, también podréis estar en el mundo. ¿Y sabéis por qué? ¡Porque sois criaturas de Amor!

Os duele ver el sufrimiento que hay en el mundo y queréis sanar a la Humanidad. Y, verdaderamente, todos vosotros sois ángeles y estáis en la Tierra precisamente para eso. Que estéis ahí, no es una obligación ni una misión forzada, es puramente por amor. De modo que, cuando yo os pido que hagáis brillar vuestra Luz del alma en esa realidad, no os estoy pidiendo que os enfrentéis y luchéis contra el mundo. Os pido que reconozcáis vuestra verdadera naturaleza y que atraigáis a este mundo la energía del Paraíso, la energía del Amor.

Todos y cada uno de vosotros sois tiernamente amados por todos nosotros en el otro lado; os respetamos y os honramos. Vosotros sois nuestros iguales. No estamos aquí por lástima, estamos aquí porque tenemos el honor de compartir el tiempo con vosotros y de abrazaros como hermanos.

¡Muchas gracias por estar aquí!

JESHUA