«Para volverse uno con el Cristo Interior y sanar, curar y enseñar a partir de esa energía, es necesario superar una serie de escollos.»

ESCOLLOS PARA CONVERTIRSE EN MAESTRO Y SANADOR – Jeshua a través de Pamela Kribbe

«Para volverse uno con el Cristo Interior y sanar, curar y enseñar a partir de esa energía, es necesario superar una serie de escollos.»

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Amados amigos:

Con gran placer y felicidad os doy la bienvenida a este canal donde os habéis reunido para escuchar a un viejo amigo vuestro. Yo Soy Jeshua, y estuve entre vosotros durante mi vida en la Tierra como Jesús. He sido humano y sé por todo lo que habéis pasado y estáis pasando actualmente como seres humanos encarnados en un cuerpo terrenal, y por eso deseo ayudaros a entender quiénes sois.

Todos los que estáis escuchando esto y muchos de los que lo escucharán más adelante, sois Trabajadores de la Luz. Sois ángeles de Luz que habéis olvidado quiénes sois en realidad. Todos habéis pasado por muchas pruebas en vuestro viaje terrenal, a lo largo de vuestras muchas vidas terrenales. Y yo conozco esas pruebas profundamente.

Ahora cada uno de vosotros ha llegado a un punto en la historia de su alma en el que está completando un ciclo de vidas. En este punto estás conectándote cada vez más con el Ser Superior que realmente eres, el Ser que es independiente del tiempo y el espacio. Estás en el proceso de permitir que tu Yo Superior e inmaterial entre en tu ser terrenal, en tu vida cotidiana.

Todavía te resulta difícil mantener una conexión estable con tu Ser Superior, porque has olvidado que tú eres en ti mismo esa gran fuente de Luz. Sin embargo, todos habéis comenzado el viaje interior y a lo largo de ese viaje habéis sentido el deseo, incluso el llamado, de ayudar a otros en su camino hacia el crecimiento interior y la autoconciencia. Es natural, sobre todo para los Trabajadores de la Luz, querer compartir sus ideas y experiencias con los demás. Todos vosotros sois maestros y sanadores natos.

Desde el momento en que te encargas de guiar a otros como maestro o sanador, es probable que tropieces con una serie de escollos. Tales escollos son el resultado de ciertos malentendidos sobre lo que significa guiar espiritualmente a alguien. Se derivan de conceptos erróneos sobre la naturaleza de la curación y su papel en ella como sanador. Y de esos escollos me gustaría hablar hoy.

¿Qué es la sanación?

¿Cuál es la esencia de la sanación? ¿Qué sucede cuando alguien “mejora”, ya sea a nivel psicológico, emocional o físico? Pues lo que sucede es que esa persona es capaz de conectarse nuevamente con su propia Luz interior, con su propio Yo Superior. Tal conexión tiene un efecto sanador en todas las capas del ser, en los niveles emocional, físico y mental.

Lo que toda persona busca en un sanador o maestro es un espacio energético que le permita reconectarse con su Luz interior, la parte de sí que conoce y comprende. El maestro o sanador puede ofrecer ese espacio porque ya ha establecido la conexión interna. El sanador tiene una frecuencia a su disposición, una vibración energética que contiene la solución al problema de su cliente. Ser sanador o maestro significa portar la frecuencia energética de la solución en tu campo energético y ofrecérsela a otra persona. Eso es lo que es, nada más.

Básicamente, es un proceso que puede tener lugar sin palabras ni acciones, porque que contiene el efecto sanador y curativo es la energía que tienes como maestro o sanador. Es tu energía iluminada la que abre la posibilidad para que otra persona «recuerde» lo que ya sabe, se conecte con su Luz interior, con su intuición. Es ese recuerdo, esa conexión, lo que obra la curación. Toda sanación es realmente autosanación.

Por lo tanto, sanar o enseñar no tiene nada que ver con habilidades o conocimientos específicos que puedan aprenderse en los libros o asistiendo a cursos. El poder sanador y curativo no puede ser adquirido por algo externo. Se trata de la «frecuencia de la solución» que está presente dentro del propio campo energético como resultado del propio crecimiento interior y claridad de conciencia. A menudo, como maestros y sanadores, todos estáis involucrados en procesos de crecimiento personal. Sin embargo, hay partes de vuestro campo energético que se han vuelto tan claras y puras que pueden tener un efecto sanador y curativo sobre los demás.

Es esencial entender que tal efecto no es algo por lo que se tenga que trabajar duro. Es el receptor quien decide si asimilar o no la energía que le ofreces, si quiere dejarla entrar o no. Esa es su una elección, tú lo ofreces por lo que eres, por «estar ahí» para el otro. No es por las habilidades o conocimientos de otra persona por lo que has aprendido que posees una influencia sanadora, sino simplemente por quién eres, gracias al camino interior que has recorrido. Sobre todo, es en el área de los problemas que tú mismo has atravesado a un nivel emocional profundo, donde realmente puedes ayudar a los demás. Tu Luz en esas áreas brilla como un faro para las personas que todavía están atrapadas en problemas, invitándolas gentilmente a salir de ellos.

En las áreas en las que te has curado de heridas y dolores profundamente arraigados, te has convertido en un verdadero maestro, en alguien cuya sabiduría se basa en el conocimiento interior y la experiencia genuina. La autocuración, responsabilizándote de tus heridas internas y envolviéndolas en la Luz de tu conciencia es la clave para convertirse en maestro y sanador. Y lo que te convierte en un Trabajador de la Luz, es la capacidad de curarte y sanarte a ti mismo Eso crea la “energía de la solución” en tu ser, que ofrece a los demás una puerta a su propio poder de autosanación.

Cuando tratas a clientes o ayudas a personas de tu entorno, a menudo “lees” su energía. Cuando los escuchas, te sintonizas intuitivamente con ellos, les das consejos o los tratas con métodos energéticos de sanación y de curación. Sin embargo, la persona con la que estás trabajando, está igualmente enfrascada “leyéndote” a ti. Así como tú te sintonizas con su energía, ellas, consciente o inconscientemente, están absorbiendo tu energía. Sienten intuitivamente si lo que dices y haces es coherente contigo, si coincide con lo que irradias, reciben tu vibración energética y sienten quién eres tú, aparte de tus palabras y acciones. Es en la lectura que hacen de ti, donde se produce el verdadero avance.

Cuando el paciente se siente libre y seguro en tu presencia, cuando se siente rodeado por una conciencia que le permite confiar en su conocimiento interior, entonces todo lo que dices o haces adquiere una cualidad sanadora y curativa. Cuando tus palabras y acciones están respaldadas por quién eres, se convierten en portadoras de Luz y Amor que pueden llevar al paciente al centro de su propia Luz y Amor.

Siempre que alguien te pide ayuda honestamente, esa persona está abierta a tu energía de tal manera que puede ser tocada por la parte más pura y clara de ti. Esa parte de ti no surge de los libros que lees ni de las habilidades que has aprendido. Es el resultado de una alquimia personal, una transformación personal de conciencia que lleva tu sello único.

Me gustaría enfatizar esto, ya que parece haber una tendencia entre los Trabajadores de la Luz (seres que por su naturaleza sienten una fuerte necesidad de ayudar a los demás) a seguir buscando un nuevo libro, un nuevo método, una nueva habilidad que pueda ayudarles a ser un mejor maestro o sanador. Sin embargo, la verdadera sanación es así de sencilla.

Cuando yo viví en la Tierra, transmitía cierta energía con mis ojos. Algo fluía de mis ojos que tenía un efecto sanador y curativo inmediato en las personas que estaban abiertas a recibirlo. No era un truco de magia ni una habilidad única que yo tuviera. Yo estaba en contacto con mi fuente interior de verdad y de forma natural irradiaba la Luz Divina y el Amor que eran mi herencia – tal como son la tuya – y toqué a otros seres con ella. Lo mismo ocurre contigo. Tú no eres diferente a mí. Has recorrido el mismo camino interior y has pasado por las mismas pruebas y penas para, finalmente, llegar al mismo punto que yo cuando viví en la Tierra. Todos vosotros os estáis volviendo conscientes, os estáis convirtiendo en seres Crísticos.

La energía Crística es tu destino espiritual y gradualmente estás integrando tal energía en tu existencia diaria. Es el Cristo que hay dentro de ti quien sana, cura y enseña como consecuencia natural de lo que es la energía Crística. Con demasiada frecuencia todavía os identificáis con el aprendiz o el alumno que se sienta a los pies de un maestro y escucha, pregunta y busca. Pero yo os digo que el tiempo de ser alumno ya pasó. Ahora toca reclamar tu maestría. Es hora de confiar en el Cristo interior y de manifestar esa energía en vuestra realidad cotidiana.

Para volverse uno con el Cristo interior y sanar, curar y enseñar a partir de esa energía, es necesario apartarse de una serie de cosas. Tales cosas representan los obstáculos en el camino para convertirse en un sanador y maestro. Diferenciaré entre tres áreas en las que se manifiestan esos obstáculos.

El peligro de la mente racional

El primer escollo reside en el ámbito de la mente racional. Tú eres experto en analizar cosas y categorizarlas según un marco de referencia general, lo que podría ser útil en determinadas circunstancias, pero en general, tu parte mental y pensante es en gran medida parte del mundo de la dualidad. Con “mundo de dualidad” me refiero a un tipo de conciencia que divide las cosas en buenas o malas, claras u oscuras, sanas o enfermas, masculinas o femeninas, amigas o enemigas, etc. Es una clase de conciencia a la que le encanta separar y etiquetar y que no reconoce la unidad subyacente de todos los fenómenos. Es una clase de conciencia a la que le gusta trabajar con principios generales y una aplicación racional y objetiva a casos individuales. Realmente no considera la posibilidad de otro enfoque más directo de la realidad, como es el enfoque del conocimiento intuitivo o “saber mediante el sentimiento”.

La energía Crística está al margen de la dualidad. La energía Crística constituye el flujo del Ser que subyace a todas las polaridades. Pero la mente no reconoce la existencia misma de este nivel místico de unidad. A la mente le gustaría dividir el océano del Ser en partes definibles, categorizándolo de tal manera que pudiese controlarlo racionalmente. A la mente le gusta diseñar estructuras, teorías que puedan situarse sobre la realidad, sobre la experiencia directa. Nuevamente, esto a veces es útil y beneficioso, sobre todo en cuestiones prácticas, pero no lo es tanto cuando se trata de una verdadera sanación y enseñanza; es decir, sanar y enseñar desde el corazón.

Cuando te acercas al paciente desde un marco teórico, intentas ubicar sus síntomas individuales en una categoría general y recurres a la teoría para conocer el tipo de problema y sus soluciones. Eso es lo que aprendes cuando te capacitas para ser psicólogo, trabajador social o cualquier tipo de consejero profesional. No digo que todo eso esté mal; sin embargo, lo que me gustaría pedirte es que, cuando trabajes con alguien, ya sea profesionalmente o en tu vida personal, procura mantenerte al margen de tus pensamientos y razonamientos, de tus suposiciones sobre lo que le pasa al otro y, simplemente, escucha a tu corazón. Sintonízate con la energía de la otra persona desde un lugar silencioso en tu interior. Trata de sentir con el corazón y la intuición dónde se halla la otra persona y cómo se siente estar en su mundo interior. (Ver el final de la canalización para una meditación guiada en este sentido).

A menudo fomentas muchas ideas sobre lo que los demás otra deberían hacer para resolver sus problemas. Analizas su problema y piensas en la respuesta. Y es posible que incluso tengas razón en tu forma de pensar, pero la cuestión es que tus ideas no están necesariamente en sintonía con la energía de la otra persona en el momento presente. Es posible que no estés completamente desconectado de cómo se sienten realmente por dentro. Tu ayuda sólo es fructífera cuando está en sintonía con la realidad energética de aquel a quien estás asistiendo. Podría ser que él o ella necesitasen un enfoque completamente diferente al que tú alcanzas a imaginar con tu mente racional.

Te invito a ver y sentir a la otra persona puramente desde el lugar intuitivo y tranquilo de tu interior. Trasciende la dualidad y llénate de la compasión del Cristo interior. A la hora de ofrecer enseñanza y sanación, te invito a inspirarte realmente en la presencia del prójimo.

Si lo haces así, a solución suele ser muy sencilla. Lo que se necesita de ti no es tu conocimiento, sino tu sabiduría. Lo que se pide de ti no es tu juicio, sino tu compasión y profunda comprensión. Tú no estás ahí para brindar la solución, para ser el rostro de la autoridad. Estás ahí para ser el rostro del Amor.

Veamos un ejemplo para ilustrar esta cuestión. Tomemos a los padres que quieren ayudar a sus hijos con los problemas a los que se enfrentan. Gracias a su experiencia, los padres a menudo pueden evaluar mejor que sus hijos las consecuencias de determinadas acciones. Basándose en ese conocimiento, los padres suelen advertir a sus hijos; quieren salvarlos de cualquier daño y les aconsejan que hagan lo que ellos creen que es lo correcto. Esta podría parecer una buena manera de ayudar, desde el punto de vista mental y, en ciertos casos, es muy razonable hacerlo. Sin embargo, muy a menudo, si los padres sintonizaran con el niño desde un lugar interior silencioso e intuitivo, descubrirían que lo que el niño realmente necesita de ellos es algo completamente distinto. Lo que el niño suele necesitar más es la confianza y la tranquilidad de sus padres, y se dice: «Confiad en mí, dejadme ser quien soy. Dejadme cometer errores, dejad que tropiece y mantened la fe en mí”. Cuando te conectas con los hijos desde una posición de confianza, de hecho los estás animando a confiar en su propia intuición. Eso puede ayudarlos a tomar una decisión que les haga sentir bien y que también sea comprensible desde su punto de vista. Sin embargo, si intentas obligarlos a hacer algo basándose en la noción de que “tú sabes más”, ellos sentirán desconfianza en tu actitud y esto hará que se resistan aún más.

Los niños te “leen” cuando les ofreces ayuda. Ser muy conscientes de las emociones detrás de las palabras, es algo que está en la naturaleza de los niños. Pueden sentir tu miedo o juicio subyacente. A menudo reaccionarán a esta emoción en vez de a tus palabras y cuando reaccionan con aversión, parecen completamente irrazonables.

Sin embargo, los padres pueden estar actuando “demasiado razonablemente”, lo que significa que no reconocen sus propias emociones subyacentes y no intentan conectarse con el niño de una manera abierta y honesta. Para ello, los padres tendrían que dejar olvidar sus nociones preconcebidas y abrirse realmente a la realidad emocional del niño. A partir de escuchar genuinamente los cuidados e inquietudes del niño, es posible construir un puente de comunicación.

Menciono este ejemplo porque es muy común y fácil de identificar, y porque todos sabemos lo difícil que es apoyar a los hijos desde una actitud de confianza y apertura.

Se trata de dejar al margen tus ideas de “lo que debería ser”, tus anhelos, y permitir que la otra persona sea quien es. Envolver a otra persona con un espacio de apertura y comprensión verdadera y sincera, representa ofrecerle un verdadero poder sanador. Muchas veces lo que realmente ayuda a alguien es tu total aceptación de cómo son las cosas, cuando no tratas de cambiar algo desde el nivel mental y realmente te conectas con ese alguien y abres la puerta al amor y la compasión por esa persona.

La trampa del corazón

El segundo escollo cuando te esfuerzas por ser maestro y sanador está en el área del corazón. El corazón es un punto de encuentro de muchas energías. El centro del corazón (o chakra) forma el puente entre el cielo y la tierra y entre los centros de energía o chakras superiores e inferiores. El corazón “recoge” energías de diferente origen y es capaz de reconocer la unidad subyacente. El corazón te permite trascender la dualidad y acercarte a la otra persona con amor y compasión.

El corazón es el asiento de tu capacidad para sintonizarte con la energía de otra persona y sentir lo que es ser esa persona. Es el centro de la empatía. Por lo tanto, es evidente que el corazón desempeña un papel muy importante en cualquier forma de enseñanza, sanación y curación espirituales. Muchos de vosotros sois empáticos naturales: tenéis una inclinación natural a sentir los estados de ánimo y las energías de los demás, y esa habilidad te resulta de gran utilidad cuando trabajas con personas.

Sin embargo, también existe un inconveniente importante relacionado con ess capacidad. Tu sensibilidad hacia la energía de otras personas puede ser tan fuerte que te resulte difícil distinguir entre tus propias emociones y las del prójimo. A veces absorbes la energía de la otra persona con tanta fuerza que pierdes el sentido de ti mismo. Al querer ayudar tanto a otra persona, sobre todo porque sabes cómo se siente, es posible que tus energías se mezclen y empieces a acumular cargas que no son tuyas.

Cuando eso sucede, se produce un desequilibrio. Estás dando demasiado. Cuando te dejas llevar por el sufrimiento de otra persona y te desvives por ayudarla, sobrepasas tus límites y esa energía que das en demasía se volverá en tu contra. Esa energía extra se destina a la otra persona, pero no contribuye a la solución de su problema. Es posible que el paciente no pueda recibir o integrar o esa energía, que le asuste o que simplemente le pase desapercibida. Y, entonces, tú acabarás sintiéndote cansado, molesto y frustrado.

Gracias a las señales que te envían tu cuerpo y tus emociones, puedes saber cuándo estás dando demasiado. Sentirte vacío, frustrado o pesado después de haber atendido a in paciente o haber intentado ayudar a alguien en general, indica que te has esforzado demasiado.

Cuando ofreces enseñanza y curación desde un punto de vista equilibrado y centrado, te sientes libre, vivo e inspirado. Una vez finalizada la reunión con alguien, fácilmente recuperas tu energía y te pones en contacto contigo mismo. Sueltas a la otra persona y no quedan vínculos ni hilos entre tus campos de energía.

Si un vínculo energético permanece con la otra persona porque deseas desesperadamente que se recupere o sea feliz, ese vínculo tiene un efecto destructivo en tu energía. Si permaneces preocupado por el cliente, absorberás demasiado sus energías emocionales. Darás de ti mismo para aliviar su carga y es ahí donde surge entre ambos una dependencia emocional que va en ambos sentidos. El paciente comienza a depender de ti y tu bienestar dependerá del suyo. Este enredo de energías no es útil para el paciente y a ti te está agotando.

¿Por qué es tan común que ocurra esto cuando empiezas a ayudar a la gente? ¿Por qué es tan difícil eludir ese peligro, especialmente para los Trabajadores de la Luz? ¿De dónde proviene esa dolorosamente fuerte necesidad de sanar y sanar, y de hacer del mundo un lugar mejor? Pues, en parte, ese deseo natural en ti se explica por la historia de tu alma tal como se relata en la primera parte de la serie de canalizaciones titulada «Los Trabajadores de la Luz», que puedes escuchar completa o por capítulos en este mismo canal. Tú tienes la misión interior de traer enseñanza y sanación a este mundo; sin embargo, la tendencia a dar demasiado surge de un dolor en ti mismo del que no eres totalmente consciente. Ese dolor te convierte en un ser “demasiado ansioso” por dar.

Hay un dolor y una tristeza en tu corazón que te impulsan a buscar una nueva forma de ser, un nivel de conciencia que esté más en sintonía con la Divinidad Natural de todo lo que vive. Sientes nostalgia por una realidad más amorosa y pacífica en la Tierra. En vuestra encarnación actual, no habéis venido a explorar los caminos del ego, ya estás cansado y hastiado de eso. Has venido a responder a una antigua canción de tu alma. Has venido a ayudar a restaurar la paz, la alegría, el respeto y la conexión en la Tierra.

Tu cuerpo emocional ha sido marcado por muchas vidas en las que te esforzaste por hacer descender la Luz de tu alma y encontraste resistencia y rechazo. Has venido aquí con grandes reservas y al mismo tiempo la antigua flor de la pasión no se ha marchitado en ti. ¡Estás aquí de nuevo! Pero ahora, debido al dolor que potas dentro, eres como una flor delicada y sensible que necesita el terreno idóneo para poder crecer y florecer. La base que todos necesitáis es una sensación firme de estar arraigados a la Tierra y centrados en vosotros mismos.

Al decir «arraigado» quiero decir que necesitas enraizarte en la tierra, ser consciente de cómo funciona la realidad terrestre, saber cuáles son los elementos con los que tienes que lidiar mientras vives en un cuerpo físico. A veces, estás tan enamorado del espíritu que quizá te olvides de cuidar bien de ti y de tu cuerpo. Te vuelves “espaciado” o demasiado idealista e irreal. A menudo, a todos os gustaría trascender la realidad terrestre, pero es sólo a través de la tierra, sintiéndoos en casa y a gusto con el elemento tierra, cuando la energía de vuestra alma puede florecer aquí.

Por «centrado» quiero decir que tendrías que ser fiel a tus propios sentimientos, a tu propio sentido de lo que es correcto para ti. Como ser humano, tienes un ego o personalidad individual que te separa de los demás. El ego cumple una función valiosa. Te permite enfocar la energía específica de tu alma en la realidad material. ¡No querrás renunciar a tu individualidad por ningún “bien mayor”! Tú no estás aquí para eliminar tu ego; estás aquí para dejar que la Luz de tu alma brille a través de tu ego y necesitas que tu ego manifieste tu energía exteriormente.

A causa del dolor infligido a tu alma, debido a tu hartazgo de lo viejo, porque deseas alcanzar la tierra prometida de la Nueva Tierra, es posible que te desarraigues y te descentres. Tiendes a impulsar el cambio cuando no es el momento adecuado o intentas despertar a las personas a un ritmo que es más rápido del que pueden manejar. Te vuelves “demasiado ansioso por dar”. Tal entusiasmo puede tomar la forma de una gran implicación con una buena causa o de preocuparse intensamente por el bienestar de los demás. Pero, en el fondo, hay impaciencia e inquietud. Puede que te sientas inspirado por un tiempo, apasionado e involucrado, pero en algún momento te decepcionarás y luego te sentirás agotado y enojado porque has consumido tus recursos energéticos.

El peligro del corazón, el peligro de dar demasiado, surge de no aceptar la realidad tal como es. Hay una impaciencia y una inquietud en ti que te dificulta soltarlo y por ello te resultará difícil mantener la distancia emocional adecuada con las personas a las que intentas ayudar o con las causas en las que está involucrado.

Todos vosotros sois maestros y sanadores y tenéis una misión en la Tierra. Pero para llevarla a cabo verdaderamente, paradójicamente, tenemos que desapegaros de esa terrible necesidad de cambiar las cosas, porque vuestro afán por hacerlo tiene un toque de dolor, el dolor de no sentirte como en casa en la Tierra.

El verdadero cambio espiritual siempre comienza desde una base de aceptación. Para convertirte verdaderamente en el maestro y sanador que quieres ser, tendrías que aceptar tu propio dolor y sanarlo. Es necesario que estés en paz con tus emociones más profundas de miedo e ira. Si lo haces así, descubrirás que, la urgente necesidad de dar a los demás o de participar en una “buena causa”, da paso a un sentimiento muy tranquilo de paz y aceptación; y es entonces cuando tu resplandor realmente adquiere una cualidad sanadora.

Desapegarse del dolor y de las pruebas de los demás y cederles por completo el tiempo y el espacio para que pasen por su propio proceso, puede provocarte dolor interior. Eso se debe a que te devuelve a tu propia soledad y a la sensación de estar perdido en esta realidad terrenal. La diferencia entre este mundo duro e imperfecto y la realidad con la que sueñas, mucho más pura y hermosa que ésta, te duele en lo más profundo. El desafío estriba en no huir de ese dolor, dejarlo entrar plenamente en tu conciencia y extender tus alas de ángel a su alrededor.

Cuando reconozcas tu afán por ayudar o luchar por una buena causa y te des cuenta del dolor oculto que hay ahí, la parte de no aceptar la realidad tal como es, podrás empezar a desapegarte. Tan pronto como te des cuenta de que tu afán e impaciencia provienen de un dolor y una tristeza internos, podrás dejar de dar tanto. Puedes centrarte en ti mismo y hallar formas de estar en paz con quién eres para así empezar a darte a ti mismo.

Haciéndolo así, te conviertes en un Trabajador de la Luz totalmente arraigado y centrado, aceptándote a ti mismo y a los demás. Lo mejor que puedes hacer como Trabajador de la Luz es poner tu energía a disposición de los demás. Enseñas y sanas irradiando la “energía de la solución” que está presente en tu propio campo energético. A menudo atraes hacia ti a personas con exactamente el mismo tipo de problemas por los que tú mismo has pasado. Tú mismo has llegado al fondo de esas cuestiones y, por lo tanto, en esas áreas has alcanzado un conocimiento y una pureza que se han convertido en parte de tu ser. Esas son tus partes iluminadas. Son sagradas e inviolables y no se pueden perder. No se construyen a partir de conocimientos aprendidos que puedas olvidar. Lo que tienes para ofrecer a los demás no es una herramienta ni una teoría, eres tú transformado por la vida, la experiencia y el coraje para afrontar tus heridas internas.

El “trabajo ligero” que tendrás que hacer a este respecto te llegará sin esfuerzo. Será algo que te resultará muy natural. Para encontrar tu misión, eso que «tienes que hacer» en la vida, sólo se requiere que seas consciente de lo que verdaderamente anhelas y hacer las cosas que te inspiran. Cuando lo hagas, lanzarás tu energía al mundo y otros se sentirán conmovidos e inspirados por ella, a veces de maneras de las que ni siquiera serás consciente. En realidad, ya no hay nada que hacer. Este es el Servicio de Luz que viniste a prestar.

Los Trabajadores de la Luz que conocen el equilibrio entre dar y recibir,  tendrán más paz y disfrute en la vida y, por lo tanto, irradiarán la “frecuencia de la solución” aún más fluidamente desde su campo de energía. Son sensibles y empáticos, aunque también tienen un sentido claro de sus limitaciones personales. Se permiten recibir con la misma facilidad que dan y, de esa manera, tanto el flujo de dar como el de recibir se harán más fuertes en su vida.

El peligro de la voluntad

Ahora me gustaría hablar de un obstáculo más en el camino para convertirse en un sanador y/o maestro. He mencionado un escollo en el área de la cabeza y otro en el área del corazón, y quisiera concluir con el escollo de la voluntad.

La voluntad puede localizarse en el plexo solar, un centro de energía que se ubica cerca del vientre. Ese centro o chakra dirige la capacidad de actuar, de manifestar su energía interior hacia el exterior en el plano físico y terrenal. Cuando la voluntad está conectada con la intuición, esa parte serena que trasciende la dualidad, las cosas fluyen fácilmente y sin esfuerzo en la vida y se actúa desde un sentido interno de confianza y conocimiento. Cuando tu plexo solar (que también es el centro del ego) es guiado por el corazón, generalmente haces las cosas que te gusta hacer y te sientes alegre e inspirado la mayor parte del tiempo. La voluntad (o ego) se ha convertido entonces en la extensión del Cristo interior.

Sin embargo, cuando intentas ayudar o guiar a otros, sueles perder el contacto con ese flujo. Hay una parte de ti que quiere hacer demasiado. Buscas obtener resultados forzando las cosas, incluso cuando intuición está diciéndote dice que no lo hagas, que retrocedas. Cuando esto sucede, a menudo es tu ego personal el que anhela resultados visibles. ¡Y eso no tiene nada que ver con ayudar a los demás! Tiene que ver con una necesidad de validación que tienes, una inseguridad que te desconecta del flujo natural de sanación que, con frecuencia, es más lento e impredecible de lo que deseas que sea.

Sabrás cuándo estás haciendo demasiado cuando sientes que estás esforzándote mucho y los demás no reciben o no aprecian tus aportaciones. Además, cuando te has apartado del flujo natural de las cosas, a menudo te distraes con juicios externos. Tiendes a confiar en las ideas y expectativas de otras personas y tienes miedo de fracasar ante sus ojos. La clave para recuperar fuerzas es no hacer nada y estar tranquilo por dentro. Sólo cuando vuelvas a conectarte con tu corazón,  podrás sintonizarte con la situación desde una posición serena y neutral. Entonces, tu temor e inseguridad desaparecerán y podrás concentrarte realmente en lo que tu paciente necesita de ti.

Generalmente, no es necesario hacer mucho por él o ella. Se os pide ante todo estar con ellos y ofrecerles “la energía de la solución” de forma sencilla y directa. Necesitas confiar en el poder de tu presencia, incluso cuando no haces ni dices nada. Atrévete a estar en esa posición silenciosa cuando estés con alguien. Cuando confíes en ti mismo, sabrás al momento qué es lo apropiado para decir o hacer. Recuerda que muchas veces cuando se trata de ofrecer orientación, menos es más.

Dejar ir es amor

Superar los escollos que he descrito, siempre implica una manera de desapegarse. Se trata de dejar de pensar demasiado, dejar de identificarse demasiado emocionalmente y dejar de hacer un uso excesivo de la voluntad. Sin embargo, si sueltas todo eso y te entregas a esa parte más sabia y compasiva de ti, hallarás una profunda alegría y satisfacción en tu servicio como maestro y sanador.

Como Trabajadores de la Luz que sois, experimentaréis una profunda sensación de autorrealización y libertad. Siendo maestro y sanador en cualquier forma que lo expreses, te sientes conectado con el Todo, con la Unidad que subyace a Todo Lo Que Es. Sentirse parte de ese «tejido del Espíritu» y desempeñar tu papel natural en él, hará que sientas que realmente estás cumpliendo tu misión.

Meditación

Este es un ejercicio que puede ayudarte a ponerte en contacto con los temas mencionados en la canalización de una manera más directa y emocional.

Siéntate o acuéstate en una posición cómoda. Centra tu atención en los músculos de tus hombros y cuello y libera cualquier tensión o tirantez que haya en ellos. Haz lo mismo con los músculos de tu abdomen, tus brazos y tus piernas.

Luego, viaja conscientemente a tus pies y siente tu conexión con la Tierra. Siente cómo la Tierra te mece y te brinda la seguridad que necesitas. Respira suavemente un par de veces desde el abdomen.

Ahora deja que tu imaginación te lleve a un momento en el que te sentiste muy deprimido e infeliz. Céntrate en la situación que surja primero. Déjate llevar. Piensa en ese momento del pasado, en cómo te sentías por dentro.

Luego pasa a la “energía de la solución”. Pregúntate: ¿cómo salí de aquello? ¿Qué fue lo que más me ayudó? La energía que más te ayudó puedo proceder de ti o de otra persona; eso no importa. Basta con que consideres el tipo de energía que te elevó desde aquel punto tan bajo.

Ahora sal del pasado y piensa en alguien a quien ames en el presente y por quien tengas cierta preocupación. Podría ser tu pareja o tu hijo, un colega o algún amigo. Deja que esa persona se te aparezca en tu imaginación y disfruta de su presencia. Luego pregunta: ¿Cómo puedo ayudarte? ¿Qué sería lo más valioso que podría hacer por ti? Escuche con el corazón. ¿Qué te muestra o te dice la otra persona? Siente la respuesta. Simplemente deja que llegue a ti.

Suéltate y vuelve a centrar tu atención en tus pies, en tu respiración y regresa al presente.

El objetivo de este ejercicio es tomar conciencia de lo que es realmente útil en una situación de crisis emocional o dolor, lo que puede resultar muy diferente de lo que tú crees que es útil.

Con amor,

JESHUA

Canalizado por Pamela Kribbe

www.jeshua.net

Traducción y adaptación Mi Voz Es Tu Voz 

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