«En este momento evolutivo, cuando es tan necesario que la llamada del alma sea escuchada, os dificultan enormemente dos obstáculos.»

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Amados amigos:

¡Yo Soy Jeshua, vuestro hermano y espíritu afín!

Llego con una enorme cantidad de amor que se enlaza profundamente con el amor de vuestro corazón despierto.

Habéis despertado a una realidad más consciente incluso mientras vivís aquí en la Tierra, y eso es muy especial. Es posible pasar muchas vidas en la Tierra sin un verdadero despertar interior porque uno suele estar siempre absorbido por la necesidad de sobrevivir y queda atrapado en esa lucha constante. Muchas de las vidas que habéis llevado como almas en la Tierra, sobre todo en la fase inicial de vuestro desarrollo aquí, giraban en torno a acostumbrarse a la realidad terrenal.

Os familiarizasteis con la energía de la Tierra, con las fuerzas opuestas de miedo y alegría, oscuridad y luz; descubristeis el amplio abanico de emociones en el sentido más profundo. Las tonalidades de la oscuridad y la luz influyen en vuestro estado de ánimo y os conmueven como seres vivos que sienten. Y esta experiencia es muy intensa para un alma que aún está aprendiendo a encarnar aquí, porque el alma proviene de esferas celestiales más equilibradas.

La vida como ser humano en la Tierra puede ser muy exigente y absorbente. Se requiere mucho tiempo y experiencia de vida terrenal para desarrollar una conciencia que sea capaz de dejar espacio alrededor de las emociones, una conciencia capaz de crear un centro, un “yo” que esté verdaderamente libre, un ser que sea algo más que un simple juguete de las muchas emociones, estados de ánimo y pensamientos, y que se asiente en un centro profundo conectado con el alma.

No hace falta que un ser humano en la Tierra esté conscientemente vinculado al alma. Se puede vivir sin esa conexión y permanecer inconsciente, ya que como persona estás, sobre todo, volcado en la experiencia de la vida terrenal. Pero vosotros sois distintos, en el sentido de que sentís muy claramente la necesidad de experimentar vuestra alma y de sentiros conectados a ella, y de vivir desde ella.

En esta etapa de desarrollo en la Tierra, ha llegado el momento de que esta unión se manifieste. Es imprescindible que la luz en las personas se encienda desde dentro y que la gente despierte; que su alma, la chispa eterna que habita en ellas, sea reconocida en la vida diaria y, en sentido literal, despierte y cobre vida.

Tomad un momento para sentir lo que esto significa para vosotros. ¿Habéis sentido alguna vez, de manera muy clara en vuestra vida, que vuestra alma estaba muy cerca; que existe un saber interior o una corriente suave de amor y aliento en vuestro interior? Quizá una calma en la que de pronto os disteis cuenta: “Hay algo que me sostiene y me ayuda. Hay algo más grande que mis pensamientos y mis emociones, y esa realidad más grande se siente bien… pero, ¿puedo fiarme de ello plenamente?”.

La voz que percibís es la voz del amor; no de un amor emocional, sino de un amor sabio y que sabe. Todos habéis tenido momentos en vuestra vida en los que experimentasteis esa sensación y oísteis esa voz; por ejemplo, cuando estabais angustiados o ante una decisión importante. Tratad ahora de recordar un momento así. Traed de nuevo a la memoria ese conocimiento sosegado que os envolvía, un estado que os tranquilizaba mientras, con vuestra sensibilidad terrenal, no teníais la menor idea de lo que iba a ocurrir. Vuestra alma vive en ese silencio, y ella anhela descender hasta lo más hondo de vuestro ser.

Vosotros —la humanidad en general— estáis hipnotizados por vuestros pensamientos. La mente es un instrumento valioso, pero necesita liderazgo, y eso es algo que habéis olvidado. Creéis que podéis transitar la vida con la mente en “piloto automático”, pero la vida no funciona así.

En este momento evolutivo, cuando es tan necesario que se escuche la llamada del alma, os dificultan enormemente dos cosas: la primera es el miedo, y la segunda es la “cabeza”: la identificación con el proceso de pensamiento y de organización de vuestra vida. Y ahora voy a hablar de esos dos obstáculos.

El primer obstáculo, el miedo, habita en todos vosotros. Sentidlo ahora. ¿Con qué frecuencia os sentís tensos, inquietos, dándole vueltas y más vueltas a tantísimos asuntos de vuestra vida? Esa ansiedad adopta un matiz particular, podríamos decir, una vibración que os atrapa. El miedo y los pensamientos acelerados a menudo van de la mano: la mente se vuelve tensa, inquieta y llena de preocupaciones. Sin importar cómo viváis esos pensamientos, el tono lo marca el miedo, que adopta muchos disfraces y formas.

Antes mencioné un miedo característico del modo de supervivencia, la creencia de que la vida es una lucha continua. Pero también existe otro miedo: el que se presenta cuando os salís del antiguo modo de pensar y de actuar y os dais cuenta de que en realidad sois un Ser, un “yo” vinculado a vuestra alma. Y ese salirse de lo establecido y esa toma de conciencia exigen que os déis espacio a vosotros mismos.

Una de las cosas que más teméis es ser más grandes y ocupar más espacio. Se os ha olvidado esa percepción de vosotros mismos porque muchos de los planteamientos educativos se basan en enseñaros a encajar, a adaptaros al resto de la sociedad. Es cierto que ahora existe cada vez más libertad y originalidad individuales, pero la necesidad de amoldarse sigue muy arraigada en la mayoría. Darle alas a vuestro propio “yo”, con vuestras inclinaciones naturales, vuestros deseos, talentos, no es algo que suceda sin más.

En la interacción social que mantenéis —en el trabajo, en la escuela, en el entorno social— existe una especie de impulso seductor para ocultaros tras una máscara, para ir con la corriente y no destacar, para no saliros de la norma, para no manifestar un parecer distinto del de la mayoría. También existe el pavor a destacar hablando con franqueza, expresando vuestra verdad. Pero la transición del ego al corazón exige que, poco a poco, vayáis dejando atrás ese miedo.

A menudo deseáis liberaros de ese miedo porque sentís que vivir con miedo, adaptándoos a las expectativas comunes y sus obsesiones, os hace infelices y os debilita. Queréis vivir desde la alegría y la pasión, manifestar vuestra creatividad, pero eso solo será posible cuando dejéis de tratar de encajar; cuando sintáis de verdad qué os conmueve y comprendáis la razón de por qué estáis aquí.

Os invito a experimentar esa sensación en vuestro interior. Imaginad que en vuestro vientre hay una llama o una antorcha, y representaos esa presencia de la forma que os resulte más fácil. En el fuego está la vida, el calor, la luz, pero también la pasión y el arraigo: el fuego que habita en vosotros quiere irradiar de un modo sólido. Bajad vuestra atención hasta el vientre y daos la bienvenida a ese fuego interior, ese fuego creativo que se halla vinculado a vue    stra alma única. Sois especiales: cada persona posee dones especiales, una vibración particular. Solo cuando se deja ver y oír esa vibración, cuando ya no sentís la necesidad de esconderla, podéis hallar plenitud y dicha en vuestra vida.

Mirad si podéis percibir dentro de ese fuego en el vientre alguna imagen de lo que realmente sois o deseáis ser. Puede tratarse de una imagen, un sentimiento, un color o un símbolo. Captad lo que en vosotros quiere fluir. Descubrid lo que habéis reprimido y sentid cómo la energía de esa parte reprimida —vuestra creatividad— recorre vuestra columna vertebral de arriba abajo. Concedéos la bienvenida y tened compasión de vosotros mismos, porque vuestro fuego original, vuestra fuerza, vuestra pasión, vuestro amor, han sido suprimidos.

Rara vez os reconocéis. Ya no recordáis exactamente quiénes sois ni qué os conmueve y motiva en lo más hondo. Esa es la tragedia de mucha gente. Se sienten enjaulados y atrapados en esa necesidad de amoldarse, y no se sienten bien haciéndolo. Sin embargo, no tienen muy claro qué alternativas existen.

El primer paso es volver a sentiros, aunque no siempre resulta fácil saber de inmediato, a un nivel práctico, qué debéis hacer. Muchas veces desconocéis la forma que adoptará la expresión de vuestra energía singular. Así que lo primero es percibir dónde estáis, qué habéis guardado bajo llave, qué deseais con todas vuestras fuerzas, vuestros sueños, vuestros anhelos, sin límites. ¿Qué sentís que os falta en la vida? Notadlo en el vientre. Imaginad qué sucedería si dejaseis que esa energía irradiase hacia otras personas; si mostrárais vuestro verdadero rostro: vuestra vibración única, vuestros talentos, pero también lo que sentís, desvelando lo que os inquieta, si os liberárais de la máscara y fuerais genuinos, sinceros y honestos.

A mucha gente le surge un deseo sincero de entablar esa conexión auténtica, pero se ve frenada por la presión social para amoldarse. ¡Sed innovadores! ¡Sed pioneros para este mundo! ¡Atreveos a mostraros! Lo haréis tanto por vosotros mismos como por los demás, porque ser fieles a vuestro yo único brinda a otros la oportunidad de hacerse visibles y también de salirse de la norma: de aquello que se considera aceptable o “correcto”. ¡Atreveos a ser libres! Permitid que vuestros sentimientos fluyan a diario.

Esto me lleva al siguiente punto, al segundo bloqueo que os impide vivir esa conexión con el alma, y es la mente. Se os ha educado en exceso para que abordéis las situaciones desde la cabeza. Ya durante la infancia os condicionaron a hacerlo. Y también más adelante, en el ámbito laboral, se ha puesto gran énfasis en la parte mental. Os habéis alejado mucho de la espontaneidad infantil que un día tuvisteis.

A veces se os permite ser como niños en el tiempo libre o cuando estáis de vacaciones. Pero esa es una situación muy rara, porque lo mejor de uno, sobre todo en el trabajo y en la actividad creativa, solo emerge si mantenemos contacto con nuestro niño interior, con nuestra espontaneidad y nuestras emociones. Sin embargo, prácticamente estáis obligados a controlar vuestras emociones en el entorno laboral, a manteneros racionales, y eso acaba asfixiando la verdadera creatividad.

Hay otro elemento que influye en vosotros, y es lo que yo llamo la visión científica del mundo. Durante algún tiempo, la iglesia y la religión fueron muy dominantes en la sociedad, y desbancar el dogma y el poder de la tradición religiosa fue positivo. El pensamiento libre y abierto de la ciencia supuso una revolución para la humanidad. Aportó muchas cosas buenas: innovación, un modo nuevo de ver las cosas. Pero, con el tiempo, la forma científica de observar y sentir ha llegado a sofocar la intuición y ha desembocado en un enfoque muy parcial de la realidad y del hecho de ser humano.

Fijaos en la visión oficial que se tiene de la salud, del cuerpo, de la naturaleza y de las emociones. El método científico, que se considera el avalado, es muy restrictivo y empobrece la concepción de la naturaleza. Y, sin embargo, esa visión se ha hecho parte de vosotros; no es solo algo que venga impuesto desde fuera. Es tan dominante que acabáis mirándoos a vosotros mismos y a vuestra realidad de esa misma manera. Y eso dificulta todavía más el contacto con vuestra alma, porque el vínculo con ella fluye con el sentimiento y con la intuición, y eso no puede demostrarse científicamente.

A menudo, cuando entráis en contacto con algo superior —con vuestra alma, con un guía, con un saber interior—, todo queda reducido por una voz escéptica dentro de vosotros. Pensáis que esa voz escéptica es la verdadera, honesta y fiable: “No debemos dejarnos llevar por la fantasía y engañarnos a nosotros mismos”. Pero así cercenáis, por decirlo de algún modo, un órgano originario, un sentido innato: el de la intuición. Os distanciáis de vuestra capacidad de ver y eso os aleja de una conexión viva con vuestro corazón y con vuestra alma.

Valorad el pensamiento y la comprensión científicos; han supuesto progresos relevantes y tienen su importancia, pero no constituyen la única forma de interpretar el mundo. ¿Recordáis esos instantes de quietud de los que hablé al principio? Un saber que penetra y que resulta verdadero, aunque vuestra mente no lo entienda. Sentid la presencia de vuestra alma en ese silencio. Allí, los pensamientos se calman y se percibe el espacio que los rodea.

La actividad mental no lo abarca todo. En el universo, y dentro de vosotros, hay una inteligencia mucho más grande, que habita en el presente. Por vuestro propio miedo, siempre queréis saber más y más, pero la inteligencia de la que hablo, la de vuestra alma, existe aquí y ahora. Esa voz habla en el presente y os muestra vuestros sentimientos auténticos y lo que habéis de hacer, lo que realmente os importa en este instante.

A vuestra alma no le interesan demasiado los resultados externos, lo que haréis o lo que lograréis en el mundo. En esencia, a la alma le interesa vuestro desarrollo interior; que experimentéis la libertad mientras vivís en la Tierra, que despertéis. Que seáis conscientes de vosotros mismos y sintáis dicha por ello, que no os convirtáis en víctimas de las fuerzas que operan aquí en la Tierra, que de verdad viváis conectados de corazón con vuestra alma.

Invitad a vuestra alma a entrar. No lo penséis; simplemente decidle “sí”. Es la fuente de vuestro ser; no es una extraña. El alma bullirá y chisporroteará en vuestro interior, en todas vuestras células, pero es vuestra conciencia la que determina si la dejáis entrar o si sucumbís en la rutina diaria al temor de ser diferentes o de destacar. Reclamad ayuda a esa conciencia: no estáis solos.

Precisamente en el contacto con vuestra alma, al saber qué os motiva, qué os conmueve y estimula, es cuando de verdad os conectáis con el todo. Quizás perdáis un trabajo, o tal vez una relación desaparezca de vuestra vida. Quizá cambie la conexión con ciertas personas, e incluso la forma que esa conexión adopta. Pero la verdadera soledad procede de una ruptura, de un vacío interior. Si estáis desconectados de vuestra propia alma, si vivís desde el miedo, esa es la mayor soledad posible. La conexión interna con vuestra alma es fundamental.

Atreveos a estar solos, a ser distintos, para afianzar ese vínculo. Atreveos a mostrar vuestro verdadero rostro. Confiad en vuestros sentimientos; no dejéis que la cabeza decida por completo. Apartad tiempo para el sosiego y la calma. Aunque vuestras emociones estén alborotadas, quedaos con ellas en una conciencia silenciosa, tranquila y llena de afecto, sin juzgar. Entonces esas emociones se irán serenando cuando sea el momento oportuno. Y es a través de ellas como empezaréis a percibir qué resulta realmente importante. De ese modo conectáis con la inteligencia del alma, mucho más vasta de lo que la mente puede comprender.

Lo que hacéis aquí en la Tierra es importante: marcáis la diferencia. Ahora mismo, en la Tierra, hay mucho movimiento. Pero precisamente debido al nacimiento de esta nueva luz, de esta nueva conciencia, también hay mucha confusión y caos, porque la oscuridad se siente literalmente atraída por la luz. Así que no os desaniméis. Vuestro camino interior influye en la conciencia colectiva. Al seguir valientemente vuestro sendero interior, abrís nuevas vías de conciencia. Reflejáis lo que en verdad sois al ser sinceros con vosotros mismos. Abrís senderos de conciencia nuevos, así que honraos y tened respeto por vosotros por hacerlo. No estáis solos: os sostenéis en un campo de conciencia que ahora mismo se expande por toda la Tierra. Sentid la alegría que ello causa. Se os está apoyando: sentid mi amor.

Muchas gracias por vuestra atención y vuestra presencia aquí.

Con amor,

JESHUA

Canalizado por Pamela Kribbe

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