Ilustración del arte sagrado de mostrarse o replegarse con un ángel irradiando luz en agosto

Tanto la expansión como la quietud pueden ser actos sagrados cuando se viven desde el alma.


Durante el mes de agosto, una vibración especialmente poderosa nos anima a practicar el arte de mostrarse o replegarse. Este mensaje angelical te acompaña desde el silencio para recordarte que cada acción interior tiene sentido, y que tanto la expansión como la quietud son actos sagrados cuando se realizan desde el alma.


El arte sagrado de mostrarse o replegarse

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Amado corazón:

En este mes de agosto, la luz que te envuelve lleva consigo una vibración especialmente poderosa, y por ello venimos a hablarte desde el silencio que lo abraza todo, para que puedas reconocer en ti las corrientes de transformación que ya se están moviendo, aunque no siempre puedas verlas con claridad. Nada de lo que ocurre es aleatorio. Nada en ti es casual. Todo lo que sientes, todo lo que eliges, incluso lo que resistes o postergas, forma parte de un entramado mayor en el que tu alma se expresa con una sabiduría mucho más vasta que tu mente.

En el hemisferio norte, este es un mes de plenitud solar. Y esa plenitud no te pide que sigas esforzándote, ni que multipliques tus tareas, sino que aprendas a sostener la intensidad desde el centro, sin desbordarte. Agosto es tiempo de mostrarse con honestidad, pero sin sobreexponerse; de abrir los brazos a la vida, sin perder el contacto con el corazón. Es la oportunidad de habitar tu verdad con dignidad, sin la urgencia de probar nada, sin la necesidad de explicarte ante quienes no pueden comprender. Si te permites ser tal como eres, sin adornos ni máscaras, la vida te mostrará cuán amado eres incluso en tus partes más sencillas. No hace falta brillar para ser valioso. Solo hace falta presencia.

Este mes puede regalarte momentos de profunda belleza si te abres a recibir sin ansiedad. Porque en la plenitud verdadera, no hay lucha. Hay escucha, hay agradecimiento, hay permiso para descansar. Te animamos a celebrar los vínculos que te nutren y también a dejar ir aquellos que ya no resuenan con la melodía de tu alma. No es tiempo de cerrar puertas con ira, sino de replegarse con amor cuando el alma lo indica. Así como el girasol busca al sol y luego baja la cabeza para proteger sus semillas, tú también puedes aprender cuándo es momento de expandirte y cuándo de recogerte. Ambas acciones son sagradas.

En el hemisferio sur, agosto es un mes de preámbulo. La tierra aún duerme, pero empieza a latir con un pulso nuevo, casi imperceptible. El invierno se despide con un susurro, y tú puedes sentirlo si haces silencio. Este es un tiempo perfecto para replegarse hacia dentro, no como negación del mundo, sino como forma de escucha profunda. No te apresures a florecer. Aún no. Antes de abrirte, pregúntate si tus raíces están listas para sostener la nueva vida que quieres encarnar. Agosto te pide confianza y gestación. Te pide que abraces tu interior sin miedo al vacío, pues en ese vacío fértil se gesta la nueva visión.

Es probable que sientas movimientos internos intensos, aunque desde fuera todo parezca quieto. No luches contra ello. No trates de acelerar los procesos del alma. El amor no se precipita. El despertar no se impone. Solo puedes acompañarte con ternura y dejar que la semilla rompa la cáscara desde dentro. Esa fuerza es natural, y cuando llegue el momento, no podrás evitar mostrarte. Pero hasta entonces, la belleza está en cuidarte como se cuida el fuego en una noche de hielo.

Amado ser, no te midas por lo que logras ni por lo que muestras. Mídete por tu capacidad de permanecer contigo mismo en todas tus estaciones. Ya sea que estés brillando en el cenit de tu sol o recogido en las sombras tibias de tu propia cueva, tú sigues siendo un milagro en movimiento, un fragmento de la luz divina desplegándose en formas humanas.

Escucha tu pulso. Observa lo que se abre y lo que se cierra. Escoge con amor si deseas mostrarte o replegarte. Y honra cada paso con consciencia, sabiendo que los ángeles caminan contigo incluso cuando no los sientes, y que cada gesto tuyo es contemplado por la Vida como parte de un mandala mayor que aún se está dibujando.

Permítete estar. Permítete no saber. Permítete cambiar. Y en ese permiso, encontrarás la paz.

Amamos lo que eres, y sostenemos contigo lo que aún no sabes que estás llegando a ser.

LOS ÁNGELES

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