Este cuento budista nos invita a reflexionar sobre lo que deberíamos cambiar en nuestra vida.
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Cuenta una leyenda oriental que hubo una vez un niño muy sensible e inteligente que frecuentemente solía preocuparse y lamentarse por el estado en el que se encontraba el mundo.
Más adelante, durante su juventud, empezó a protestar y a quejarse por las políticas impulsadas por el gobierno de su país. Frustrado por no conseguir los cambios que deseaba, al llegar a la edad adulta centró sus críticas y juicios en su mujer y sus hijos.
Fue sin duda una vida marcada por la lucha, el conflicto y el sufrimiento.
Sin embargo, al cumplir 80 años y aquejado de una enfermedad terminal, experimentó una revelación que transformó su manera de ver la vida.
Tanto fue así, que horas antes de fallecer dejó por escrito el epitafio que más tarde se escribiría sobre su tumba y que rezaba así:
«Cuando era niño quería cambiar el mundo.
Cuando era joven quería cambiar mi país.
Ya de adulto quería cambiar a mi familia.
Y ahora que soy un anciano y que estoy a punto de morir,
he comprendido que si hubiera cambiado yo, habría cambiado todo lo demás.»
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