«Entender la Misericordia en vuestra dimensión es, ante todo, recordar que cada ser que camina a vuestro lado está luchando con sus sombras, igual que vosotros lucháis con las vuestras.»

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Amados:

¡Yo soy Kwan Yin!

Hoy deseo hablaros acerca de la Misericordia tal como puede ser comprendida y vivida en vuestra actual experiencia de la tercera dimensión.

En las densidades de la materia donde habitáis, la Misericordia no se presenta como un destello místico que simplemente ilumina, sino como un sendero que se construye paso a paso, con cada pensamiento, cada palabra y cada acto que elegís. En vuestra dimensión, tan cargada de contrastes, la Misericordia no es una idea abstracta ni un mandato distante; es una fuerza viva que se traduce en gestos concretos, en decisiones cotidianas que abren espacio para que el amor sustituya al juicio, para que la comprensión sustituya a la condena.

Entender la Misericordia en vuestra dimensión es, ante todo, recordar que cada ser que camina a vuestro lado está luchando con sus propias sombras, igual que vosotros lucháis con las vuestras. Es saber que lo que veis en los demás —sus errores, sus caídas, sus asperezas— son reflejos de heridas profundas, algunas de las cuales llevan encarnaciones enteras tratando de sanar. Tener Misericordia es mirar esas heridas y no responder con castigo, sino con ternura. Es reconocer la fragilidad en medio de la aparente fuerza, la ignorancia bajo la máscara del orgullo, la tristeza escondida en la cólera.

Vosotros vivís en una dimensión donde el dolor, el miedo y la separación son experiencias habituales. Por ello, la Misericordia es uno de los actos más sublimes y revolucionarios que podéis ejercer. Ser misericordioso no significa ser ciego al daño, ni permitir que la injusticia pase inadvertida. Significa actuar desde el corazón que ha aprendido a ver más allá de la superficie, que ha aprendido a discernir sin destruir, a corregir sin humillar, a guiar sin imponer.

Muchos de vosotros os preguntáis: “¿Cómo puedo ser misericordioso cuando he sido herido? ¿Cómo puedo ofrecer compasión cuando siento rabia, dolor y engaño?” Yo os digo que la Misericordia no nace de negar vuestro dolor. Nace de  de reconocerlo, aceptarlo, asumirlo y transmutarlo en una fuerza mayor. Cuando asumís vuestro propio sufrimiento sin juzgarlo, cuando decidís ser humanos, imperfectos y vulnerables, entonces abrís la puerta a la verdadera Misericordia, porque sólo quien ha caminado en el desierto puede ofrecer agua al sediento.

La tercera dimensión, con su densidad, sus límites y su tiempo lineal, os ofrece el escenario perfecto para ejercitar esta virtud. Ahí, la Misericordia es acción concreta; es perdonar a quien no pide perdón; es tender una mano donde sería más fácil cerrar el puño; es elegir el amor incluso cuando el mundo os impulsa al resentimiento. En cada pequeño acto de bondad que elegís consciente y deliberadamente, estáis atrayendo la energía de dimensiones superiores a la tierra que pisáis. Estáis sembrando semillas de luz en la trama misma de la existencia material.

Comprended, amados míos, que la Misericordia en la tercera dimensión no siempre será reconocida, celebrada ni correspondida. Muchas veces caminaréis como faros invisibles, iluminando caminos que otros no verán conscientemente. No busquéis la recompensa ni el reconocimiento externo, pues la Misericordia, en su más pura expresión, se ofrece porque sí, porque ha nacido en un corazón que sabe que todos somos Uno, que sabe que el dolor ajeno es también su propio dolor y que, al sanar una herida en otra persona, sana también una parte de sí mismo.

La Misericordia es el lenguaje del alma en acción. Cada vez que elegís comprender antes que juzgar, escuchar antes que imponer, acompañar antes que señalar, estáis hablando el lenguaje de las estrellas en medio del polvo de la tierra. Estáis recordando quiénes sois en verdad: Seres de Amor, Chispas Eternas del Corazón de la Creación.

En vuestra dimensión, la mente se empeña en entender, clasificar, establecer condiciones… Pero la Misericordia pertenece al Reino del Corazón, que sabe intuir sin necesidad de comprender del todo. Dejad, pues, que vuestra mente se aquiete cuando se trate de ser misericordiosos. Dejad que vuestro corazón tome la palabra, que vuestros ojos vean más allá de las apariencias, que vuestras manos se abran sin exigir garantías.

Recordad también que la Misericordia comienza por vosotros mismos. No podéis ofrecer a otros aquello que os negáis a vosotros. Sed compasivos con vuestra historia, con vuestros errores, con vuestras caídas… Sed tiernos con vuestras propias heridas. Cuando os miráis a vosotros mismos con Misericordia, desactiváis las cadenas invisibles que os atan a la culpa, al auto-castigo, al dolor innecesario. Y entonces sois libres para amar más profundamente, para ofrecer vuestra luz sin miedo, sin condiciones.

Muchos de vosotros venís a este mundo con misiones de sanación, de guía, de transformación. Pero ninguna misión puede cumplirse verdaderamente sin que la Misericordia sea la piedra angular de vuestro caminar. No importa cuán elevados sean vuestros dones o cuán vastos vuestros conocimientos: si no hay Misericordia en vuestro trato con los demás, os estaréis alejando de la verdadera esencia de la Luz.

La tercera dimensión, a pesar de su aparente dureza, os ofrece infinitas oportunidades para practicar la Misericordia. Cada encuentro, cada desafío, cada dolor compartido es una invitación a expandir vuestro corazón, a recordar que debajo de las máscaras, todos anheláis lo mismo: ser amados, ser vistos, ser aceptados.

No desesperéis cuando la sombra parezca que prevalece. Cada acto de Misericordia, por pequeño que sea, y aunque pase desapercibido para los ojos del mundo, es una vibración que se expande, que transforma, que llama a otros a recordar también su luz interior. ¡Sois más poderosos de lo que creéis! Cada vez que elegís la misericordia en lugar del juicio, estáis contribuyendo a elevar no sólo vuestra vida, sino la frecuencia misma de vuestro planeta.

Yo estoy con vosotros, susurrándoos en el silencio del corazón de cada uno. Cada vez que dudéis, cada vez que sintáis la tentación de cerrar el corazón por miedo o dolor, invocadme. Yo os recordaré quiénes sois y os ayudaré a sostener la Llama de la Compasión incluso en medio de las tempestades.

Amados míos, caminad con dulzura. Recordad que vuestra verdadera naturaleza es el Amor y que la Misericordia es la expresión de ese Amor cuando se topa con la imperfección del mundo. No estáis solos. Cada acto de Amor, cada acto de Comprensión, cada acto de Perdón construye puentes invisibles entre los mundos que acercan el Cielo a la Tierra.

Yo sigo a vuestro lado, eternamente paciente, eternamente confiada en vuestra capacidad de recordar, de amar y de transformar. Vosotros sois los sembradores de una Nueva Tierra, y cada semilla de Misericordia que plantáis hoy florecerá en los jardines del mañana.

Recibid mi amor infinito, mi abrazo sin límites, mi fe inquebrantable en vuestra luz.

¡Yo soy Kwan Yin, y estoy en vosotros, como vosotros estáis en mí!

¡Y así es!


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